martes, 29 de enero de 2008
¿Dónde estás, Caraquista?
Hace unos años solía rodar bicicleta los domingos por la Cota Mil. Pasaba toda la mañana, y casi hasta la una de la tarde —cuando abrían de nuevo esa avenida de Caracas a la circulación de carros— haciendo un agotador pero gratificante uso de todos esos soleados kilómetros de pendientes y planos, de curvas y rectas, matando la fiebre de pedalear y hablar de bicicletas, haciendo algo de ejercicio en el proceso, y además disfrutando de las sabrosas pausas a la sombra de algún árbol en los hombrillos o en las entradas del Ávila, para charlar y reponer líquidos.
Y por supuesto —no es otra la razón para venir a recordar mi antigua rutina aeróbica en este espacio— que en estos paseos recreaba la vista, y mucho. La cantidad de chicos, jóvenes y hombres ejercitando a pie, bicicleta e incluso patines, paseando a sus perros o en compañía de sus novias, esposas, hijos, era más que un aliciente para no faltar nunca a la cita. Y, como no podía ser de otra manera, solía uno además identificar a uno que otro "favorito" que, con poca o mucha seguridad, vería de nuevo el siguiente domingo, más o menos en el mismo sitio, más o menos a la misma hora.
MiMa solía ser, faltaba más, mi compañero de ruta. Yo lo esperaba en alguno de los distribuidores de entrada a la avenida, temprano, para luego lanzarnos en un sprint de ida y vuelta antes del primer descanso y los primeros comentarios sobre la ruta, sobre los planes para el resto del día y, claro, sobre los "favoritos".
Para facilitar las cosas, a muchos de ellos le asignamos nombres, bien fuera por alguna característica física, bien por algún detalle circunstancial. Así, el atractivo adolescente sifrinito que rodaba siempre en solitario, de elegantes mallas negras o amarillas y bicicleta de última generación, pasó a llamarse como su bici: Trek; el ¡riquísimo! modelito de tensos músculos color canela del puesto de jugos de Sabas Nieves quedó bautizado, por rima más que por mnemotecnia, Hugo ( el de los jugos). Y, finalmente, el ciclista que un día se me atravesó en el camino —y en los ojos—, un moreno claro de contextura delgada pero atlética que debía andar rondando la veintena de cumpleaños, que por cargar esa primera vez que lo ví una camisa de uniforme de los Leones del Caracas, quedó para referencia como Caraquista...
* * *
Es difícil precisar cuál fue el primer encuentro: en estos casos, es luego de verlo muchas veces cuando nos dábamos cuenta de que era un candidato a "favorito". Pero una vez identificado, comenzaba el juego de sopesar sus atractivos ("bonitas piernas", "¿y esa sonrisota?"), adivinar sus ires y venires ("siempre llega por la entrada de Altamira", "anda otra vez con los amiguitos esos"), aventurar miradas retadoras y, en su caso, interpretar algunos de sus gestos, miradas y lances...
Al principio pensé que sólo respondía, como defensa. Cruzarse de frente con él rodando bicicleta era un silencioso duelo de miradas, que ganaba el que la sostuviera durante más tiempo y con más decisión. Pero uno sabía que no eran miradas de "compañero de ruta habitual" cuando no evolucionaban hacia el masculino saludo casual de asentir con la cabeza ("¡Epa, qué más!"). Eso hubiese bajado un poco la tensión que se creaba en segundos, pero en lugar de hacer eso, yo dejaba pasear la vista, de manera que él se diera cuenta, por su cara, su boca, su cuerpo.
—¿Y eeeso?— decía MiMa al notar el momento. No con celos: los "favoritos" eran juegos, retos de los que extraer un rato de insinuación, fuente de recreo visual. Golosinas.
Caraquista pronto reaccionó a la escalada. Visual y gestual. Los dos o tres sitios de parada y descanso de la ruta se volvieron mudos campos de batalla de insinuaciones. Si yo evaluaba desde una distancia y en silencio su cara, sus piernas, el acolchado en la entrepierna de su licra de ciclista, él se quedaba parado de manera que facilitaba, pasivo, el escrutinio.
O iba más allá: ¿Qué necesidad tenía, por ejemplo, de llegar a donde ya descansábamos MiMa y yo, tomando agua y viendo perros por El Marqués, y estacionar su bicicleta justo frente a nosotros —ignorando a dónde iban a recalar sus panas— para, acomodándose el bulto sobre el tubo de la bici, abrir las piernas en mi dirección mientras se estiraba bebiendo de su cooler?
Será porque ya había descubierto que esa región de su cuerpo atraía la mayoría de mis miradas. Un domingo que rodé sin compañía, y contra todo pronóstico, nos vimos de lejos en Sabas Nieves, ambos descansando, pero no nos acercamos. Simplemente se paró, jugo en mano, y alternaba la vista entre mi cara, retándome, y su entrepierna, que detallaba, retocaba, exponía.
Tal vez sólo le hacía falta mi atención, saber que yo estaba pendiente de buscarlo, de verlo. El juego se le hizo agradable y tal vez necesario. Me invitaba a jugarlo: en alguna otra ocasión, y rodando nosotros en plan serio, a velocidad y sin buscar nada, una bicicleta se desprendía de la sombra de un árbol del camino y remoloneaba atravesado en la vía, frente a nosotros haciéndonos recortar la velocidad, y era él. Estoy aquí, decía con ese gesto "inocente". Mírame...
* * *
Como comienzan los encuentros casuales, terminó este. Sin una fecha definitiva o un momento final a conciencia. Simplemente en algún momento dejamos de encontrarlo, o en cierta fecha dejamos de subir los domingos a rodar bicicleta, y así, en silencio, desapareció de mi vida.
Nunca sucedió nada sexual con él, sobra decir. De hecho, nada de nada: ni siquiera cruzamos palabra alguna. Pero lo que ahora desde la nostalgia veo como un silencioso flirteo, a medias inocente y a medias lujurioso —la cita no planeada con semana de por medio, que tan pronto llegaba a inflamarse o a ponerse francamente obvia, se disolvía en nada a la una de la tarde con la llegada de los carros a la Cota Mil y la partida a casa por caminos distintos— no debía ser sino el más terrestre de los "pendienteos", que en parte por no saber cómo resolver, en parte porque de haberlo sabido no habría tenido cómo ni dónde hacerlo, y en mucho porque nunca me había sucedido con ese nivel de certeza, dejé de explorar y permití morir, para ahora, años después, evocar con esta sensación de regalo antiguo pero nunca abierto, y recrear con finales cada vez distintos...
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Qué decirte sino que me ha encantado tu post (como siempre) y que, también como siempre, las mecánicas celestes hacen coincidir mis circunstancias con tus relatos: justo al salir a almorzar me cruce con alguien de acá del trabajo con quien sucede algo similar a lo que narras, incluso estuve pensando en escribir sobre ello porque el muchachito de verdad me mueve el piso... En todo caso, no deja de sorprenderme lo mucho que me identifico con tus relatos, la cosa parece mentira...
ResponderBorrar...¡Y después te quejas de que me haga pasar por tí en las plenarias! :oP
¡Un abrazote amigo!
Palabras mas, palabras menos acabas de describir con maestría una mañana de domingo en la ciclovía Bogotana, jejeje, al parecer en Caracas es muy parecido jejeje
ResponderBorrarAdmiro la forma en que robas la atención de quien te lee y haces que uno no pueda dejar el texto hasta llegar a conocer el final. Un relato realmente interesante, con un buen final. Lo leí antes que los otros posts que has publicado, eso me hizo después imaginarme otros finales para el caraquista. Es grato pasearse por tus líneas, eróticamente delineadas, a veces subiditas de tono, otras sutilmente insinuantes.
ResponderBorrarOLE... COMO DICE JOKER ACA EN MEDELLIN TAMBIEN HAY UNA LARGUISIMA CICLOVIA, DONDE DOMINGO A DOMINGO SE DESPLIEGAN HERMOSOS ESPECIMENES Y HASTA TRAMOS EXCLUSIVOS DE TRANSITO PARA LIGUES... JAJA... HACE TIEMPO QUE NO ME DOY MI PASADITA PERO YA ME ANTOJE...
ResponderBorrarABRAZOS Y DIOS LE PAGUE...
wow, no tienes idea de lo rico que es leerte. bueno, si debes saberlo porque uno cuando es escritor tambien es lector, y te debes gustar mucho tu mismo jejeje. Ese tipo de romances utopicos sin resolverse en la realidad yo les puse un nombre: platónicos anonimos (que tambien es buen nombre para quienes en algun momento necesitan regenerarse de vivir con obsesion tal clase de sentimientos hacia desconocidos). Por favor sigue, se que puedes ser mas osado y exquisito.
ResponderBorrarMaravilloso relato. Hay quienes piensan que ocupar el tiempo en la lectura es perder el tiempo. Pobres ignorantes. Leer textos como este es, ni m�s ni menos, una inversi�n para el esp�ritu.
ResponderBorrarPiquitos desde el sur
¡¡Amigooos!! Gracias por leerme... a pesar de las perdidas que me hecho. Pero estoy tranquilo: mi buen Lascivus está perfectamente preparado para hacerme el quite en cualquier momento... Eso sí, pana: ¡yo te hago el quite con el chico de tu trabajo! ja ja ja...
ResponderBorrarJoker, Vetado: ¡¡me van a hacer decidirme nuevamente por su hermosa tierra para las vacaciones!! ¿Me reciben?
Gracias, gustavo, por el comment, y bienvenido a esta casa; ya estaré visitándote por la tuya...
ZEN, ¡Qué bien acuñado te quedó eso! ¿Será que puedo leerte en alguna parte? ¡No dejaste referencia, muchacho! Por cierto, yo podría ayudarte a escribir la "Guía de Platónicos Anónimos for Dummies", ja ja ja...
Y ZekY's... honor que me haces. Gracias por visitar y comentar... Y si mi relato alimenta tu espíritu, ¡qué puedo decir de lo que tus bananas en la cama le hacen a mi mente, ja ja ja!
Un verdadero gusto leerte. Si habré tenido "caraquistas" en mi historia. Lástima que con los años uno se va olvidando de esas cosas, jijiji. Te felicito por lo lindo que escribís.
ResponderBorrar¡Feliz día del amor y la amistad! ¿Cómo estás las cosas por allá por donde andas perdido? :oP
ResponderBorrar¡Abrazos y cosquillitas para TuMa!
Je, je. El avila está lleno de anecdotas similares. Muy buena le tuya.
ResponderBorrarHe disfrutado muchísimo con tu historia. Desde el principio al final. Nostálgica. Llena de imagenes por donde se le mire.
ResponderBorrarMe gusta tu prosa.
OYE QUE GENIAL ESTA TU BLOG .. ME LATE TODOS TUS POST PUBLICADOSSSSS.. ERES GENIAL HOMBREEE .. LAS HISTORIAS TODO EN GENERAL ME AGRADA BASTANTE BACACO .. TE IMAGINO UN TIPO MUY ALIVIANADOO
ResponderBorrarLo que relatas me sucede algunas ocasiones cuando hago decido hacer ejercicio al aire libre. Pero, confieso ser medio caído de la mata, a veces mi "gaydar" me juega sucio. Hehehe. Un abrazo.
ResponderBorrarpor cierto, soy zen ;-) y espero pronto estrenar mi blog, y ten por seguro que seras uno de los invitados a leerlo.
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