miércoles, 14 de abril de 2010

Autoayuda

Leyendo esta mañana sobre el autofellatio, práctica poco usual en la que un hombre se hace sexo oral a sí mismo, encontré una entrevista a uno de esos afortunados —por flexible— individuo. Como la revista que le hacía preguntas no era porno ni gay, las dudas eran muy básicas, pero me sirve para plantear acá algunas de mis propias dudas, experiencias.

* * *

- Se dice que apenas 1% de los hombres tienen la capacidad de darse una mamada ellos mismos. Ese porcentaje, sospecho, debe ser mayor en el caso de los hombres que lo han intentado. ¡Aunque después no se lo cuenten a nadie! Tú... ¿lo has intentado?

- ¿Es gay darse una auto-mamada? Para muchos imagino que sí: la presencia de un pene erecto a centímetros de la cara les puede resultar altamente ofensiva. Incluso si se trata de su propio pene. ¡Y ni hablar de eyacularse en la cara o la boca! Algunos hombres, sobre todo durante las primeras exploraciones eróticas de la adolescencia, se arriesgan a probar su propia leche cuando se masturban: pueden ir desde una chupadita en los dedos hasta tragarse toda la carga (sobre todo si necesitan deshacerse de ella sin levantar sospechas hogareñas); pero recibirla disparada en los labios o en los cachetes, como una actriz porno, es muy diferente.

Las autofelaciones que yo he visto son homosexuales. La película Shortbus, que vi hace como un año en Caracas, abre con una escena de autofelación bien explícita, con eyaculación incluida; y aunque hay sexo de todo tipo en esa recomendable peli, ese personaje es homosexual.

Así que sí: parece que la autoestimulación oral fuera exclusivo placer homo. En todo caso, la duda que he percibido en las pocas personas a las que les he preguntado si lo harían (ahorita recuerdo a un excompañero de trabajo, a quien le mostré unas fotos incluso) es esta:

"¿Y si me gusta?"

Se refieren, claro, a sentir la erección en la boca. ¿Y si después quieren probar con un pene distinto? La respuesta es: quién sabe. A mí me gustó autofelarme, cuando podía, y me ha gustado por supuesto felar a otros machos. ¿Pero un hétero? ¿Seguro de sí mismo, de su gusto por las mujeres?

Y las mujeres de esos hombres, ¿estarían contentas de saber que su novio/esposo/amante se ha metido un pene a la boca? Total, si ellas lo hacen, por el gusto en la boca no será que lo rechacen... A lo sumo, las pueden tranquilizar recitándoles el curioso el planteamiento que le hacen al entrevistado de mi lectura mañanera: Si masturbarse, que consiste en agarrar tu propio pene con la mano y hacerlo eyacular, no es gay, por qué sí lo es agarrar tu mismo pene con la boca y hacer lo mismo?

En todo caso, dudas van y dudas vienen, en los hétero lo que realmente me importa es que no pierdan el gusto por ser felados. Y ser felados, sobre todo, por un fiel pana gay que, total, si ha perdido la flexibilidad para autoejercer el placer, siempre puede dar ese placer a los demás...

Bonus: la entrevista, la conseguí de nuevo. En inglés.

Imagen: www.sex-on-a-plane.com

lunes, 1 de febrero de 2010

Probando los límites hétero

Bueno, pues leyendo una de las notas recientes del blog Caraqueños quesúos (excelente, pasen por allá) que habla sobre los "heteroflexibles", no puedo sino venir a echar el último cuento de mi propio ejemplar de esa especie. Franela.

Ahora repasando este blog abandonado me doy cuenta de que ¡hace casi 3 años! conté las primeras experiencias con ese ex-buhonero de por mi casa, que un buen día se me insinuó en un callejón cercano, y poco después se dejaba mamar en la privacidad de mi casa. Se perdió por un tiempo, pero esporádicamente repicaba mi teléfono y era él, que extrañaba "un cariñito desinteresado" de este servidor, que tan bien se aplica cuando tiene una verga de ese calibre frente a sí.

Hace como dos semanas llamó. Estaba de nuevo en Caracas (se había ido al interior, donde la familia) y tiene un trabajo nuevo. ¿La razón de la llamada? Extraña: consígueme una camisa azul, que no tengo. ¿Qué escuché yo? Voy para tu casa a tirar.

Y tal cual (lo primero, pero también y sobre todo, lo segundo). Con cualquier excusa despaché lo de la camisa, y tal vez sirva la excusa para que venga de nuevo. Pero como para no perder la costumbre, mientras le hablaba vi cómo se acercaba al baño, se abría el pantalón y... salga al aire la macana gruesa y ya semierecta del pana, lista para recibir un cariñito.

Ok, pensé yo. Quiera más de lo que le doy... pero yo también quiero probar otras cosas.

Así que, como una de las últimas veces que vino, no lo dejé salir del baño. Vengo de la calle, voy a echarme un poco de agua. Vente.

¿Qué hacer, para aprovechar su total desnudez bajo la ducha? Primero, hacerlo participar más activamente a ver hasta dónde llegaba. Toma, lávame tú. Le di la "ducha teléfono", y me volteé. Rápido se centró entre mis piernas, sus manos entre mis nalgas, y luego del jabón, me dobló por la cintura para que le expusiera lo que quería: mi ano. Se puso a lamer a placer, separándose a ratos para ver, tocar con los dedos, acariciar.

Lo segundo, endulzarlo: un apretón a su morena verga y ya gemía, así que me agaché frente a él para darle la mamada de bienvenida. Creo que estar de repente tan desnudo lo emocionó, porque de inmediato me agarró por el cuello y cabeza para empujármelo más y más adentro de la boca. Lamí a placer la cabeza gigante que tiene, con ocasionales alardes de "garganta profunda" que lo volvieron loco.

Lo siguiente fue usar con él una de mis tácticas favoritas de intercambio de "roles" cuando estoy en el sauna: ponerme de pie muy pegado de él para que mi propia erección fuese subiendo casi entre sus piernas. Pero captó, creo, y se echó hacia atrás. Mmmm, hábil... pero no tanto como para que no quedaran nuestros dos falos juntos, y de nuevo tomé la iniciativa. Pajazo a mano llena, doble agarre. Esto ya lo había dejado hacer, y lo disfruta. Los dos miramos a mi mano apretar y masturbar el amasijo. Escupo para lubricarlos y darle morbo.

Mientras estimulo así ambos falos morochos (bueno, ni tanto: el mío un poco menos monstruoso), lo empujo hacia la pared. Todo rápido para que no piense. Ahora sin intentar meterme entre sus piernas me acerco del torso hacia arriba, y nuestros pechos se tocan. No se queja porque lo sigo pajeando. Pero reacciona abrazándome y poniendo más bien su verga por debajo de la mía. ¡No me molesta para nada! Su glande busca acercarse a mi ano, y a la vez yo rozo su bajo vientre con mi erección. Si lo viera su mujer...

¿Me vas a dar culito? Comienza su letanía. Pero bajito, casi suplicando mientras se mueve bombeándome por debajo. Anda, la puntica, anda... Su pedido lo intercala con gemidos, y poco a poco se acerca a mi oído, su boca roza mi oreja. Muevo la cara un poco y casi siento un beso en la mejilla... ¿Buscando convencerme? Ay, Dios, el roce casi me hace acabarle encima...

Separándome para evitarlo, sigo masturbándolo. Halo sus manos hacia su verga, para que se dé él mismo (cosa que me excita ver), pero no retiro mi pene, que toca con la punta su mano. Trato de acercarlo y... ¡bingo! Para no discutir, como aquella vez, me lo agarra, aprieta y comienza a pajearme. Rápida, rítmicamente, viéndolo, tal vez comparando la sensación con respecto a la de hacerse él la paja. Sé que si digo algo, gimo siquiera, retirará la mano. Disfruto el momento... y ya. Se retira sin decir nada al cabo de un rato. ¡Lo logré! Señores, este es un carajo casado, malaaaandro, con 3 hijos, que supuestamente, me ha contado, tira todos los días. Y ahí está: pajeándome.

Sigo mamando para que no piense que "noté su debilidad". Me agacho con la regadera en mano, masaje a su pene, sus testículos, su ombligo con agua fría, alternando con lamidas lujuriosas. Otro atrevimiento: meto la regadera entre sus piernas para que el agua suba entre sus nalgas. Sigue mudo. Voltéate, le digo.

Sólo da media vuelta y queda de perfil, sus nalgas se perfilan frente a mi cara. Lo mojo y paso la mano. Como no reacciona, ahora mi mano se mueve de nuevo, desde su baja espalda, toque rápido por las nalgas, dedo que se trata de perder entre ellas hacia su ano. Epa, no, deja. Bueno, tenía que intentarlo de nuevo. Se pone de frente una vez más. Quiero seguir chupando, y en un último toque, con la excusa del agua, acaricio sus testículos con la mano extendida, copándolos. La punta de mis dedos rozando su ano. ¡Estoy que exploto!

Y así está él. Mete la verga con fuerza en mi boca, y ahora le doy el masaje que se merece, con rapidez y furia. Pocos segundos después lo retira y acaba, su semen deslizando por mi mejilla, el mío salpicando en el piso, entre sus pies.

* * *
Nos secamos en silencio, y cuando se viste conversa sobre cualquier cosa que no sea sexo. Como para dejar atrás algo que no está muy seguro de poder explicar, razonar, reconocer...

¿Podría decir que he hecho un poco más flexible la heterosexualidad del pana? Comparando con la primera vez, vestido y sólo con la verga asomando por el pantalón, yo diría que ha habido progreso. "Ese carajo va a terminar en marico", ya había sentenciado miMa cuando estuvimos los tres retozando en mi cama con anterioridad. Ese cuento, por cierto, podría echarlo a continuación de este, cuando me haga la paja que recordar el duchazo me provocó...

lunes, 25 de enero de 2010

Tengo Twitter

¡Buenas! Más de seis meses sin escribir nada acá, qué barbaridad... De seguro nadie se acuerda de que este blog existe. De hecho muchas bitácoras, por el blogroll que veo ahora en mi propio Home, sufren de olvido de sus propios autores, ¡y ya no digamos de quienes los leen!

Bueno, trataremos de resolver esto. A escribir. Y de paso, ahora he abierto una cuenta en Twitter, cosa de facilitar el contacto más inmediato, poder decir cosas cortas en el momento en que ocurran, y avisar de cuando actualice por acá.

La cuenta es esta. Bienvenidos entonces a seguirme todos aquellos que se enteren, y que gusten de... bueno, de lo que se trata en este blog. Saludos.

viernes, 26 de junio de 2009

Dos inesperadas posibilidades de homenaje

Este domingo en la Marcha Gay... ¿cuál de las dos recientes estrellas del espectáculo recién fallecidas aparecerá más?

Considerando lo que ambos íconos de la cultura pop han significado para la comunidad gay (aunque en épocas distintas), no es de extrañar que algún homenaje se les haga. Si bien no necesariamente en escena, alguien decidirá sin duda lucir las pintas, el peinado, la actitud de alguna de las dos estrellas (que ese es un talento muy del colectivo: impersonation o imitación, aunque este último término no hace tanta justicia a lo que muchos llaman homenaje).

Ya veremos, pues. A desempolvar el recuerdo de ese baile que les ganó popularidad en las fiestas de bachillerato, a sacar del clóset aquella peluca que les acercó un poco más a la apariencia de la rubia perfecta, ángel de Charlie de la memoria. Ahí estaremos el domingo.

miércoles, 20 de mayo de 2009

La prueba

I. Creí que no era conmigo: si uno va caminando por una avenida donde a golpe de cinco de la tarde bajan puros obreros hacia el Metro y uno de ellos se te queda mirando, lo primero que piensas es que te le pareces a alguien, o que te está buscando camorra; cualquier otra cosa menos que le llamaste la atención.

Pero ahí está, un veintiañero delgado y de piel aceituna, una sombra de bigote oscureciendo su cara de niño malo, bolso al hombro sobre una chemise de rayitas, jean desgastado. Va en la misma dirección que yo, unos pasos adelante, y se ha volteado a verme (o eso creo) un par de veces. La cuadra es larga y nuestras miradas se cruzan varias veces. Así que calculo cuándo volteará de nuevo y en ese momento me toco inocentemente el pene por encima del pantalón; le veo esbozar un leve, levísimo gesto de comprensión y aminorar el paso.

Lo alcanzo y saludo casualmente, y contesta con un gesto. Lo tengo que precisar en pocas frases porque faltan pasos para llegar a la puerta de mi edificio: ¿Epa... Y pa' dónde la llevas? Pa'l Metro, dice. Yo, a mi casa... ¿tienes prisa? Nah... Entonces, ¿me acompañas? Bueno.

Entramos al edificio. En el ascensor lo miro a la cara y le doy un toqueteo rápido en el frente de su pantalón, a ver si entendí las señales, las miradas. No se quita, ni se sorprende, ni lo rechaza: el tipo sabe a dónde va y a qué.

Me cuenta de su trabajo, yo del mío, mientras entramos al apartamento. Estamos ahora frente a frente en la penumbra vespertina de mi cuarto. Se queda callado.

Comienza a juguetear tímido con su cinturón, como no sabiendo ya qué hacer. Pero mi mirada baja directa a su paquete y eso le quita las dudas; cuando suelta el bolso y se abre el cierre apurado yo ya estoy de rodillas. Agarro su pantalón por ambos lados de la cintura, y de un jalón lo dejo desnudo del ombligo hacia abajo. Me mira con una sonrisa entre pícara y azorada mientras su verga comienza a crecer frente a mi vista.

- Guao... ¿y quién se come todo eso?

- No, nadie... mi esposa.


II. Creí que esas cosas no pasaban: un carajo supuestamente hétero con los pantalones abajo, la verga tiesa y hablando abiertamente con otro carajo, obviamente gay, sobre sus relaciones con su mujer. Ni en la mejor fantasía de acuesta-machos...

Pero allí está, un digno representante de ese fenotipo de obrero malandro que tanto me gusta, callado mientras su erección crece y crece.

- Sí, vale, soy casado, desde los diecinueve, dos años...

- ¿Y todo bien? ¿El sexo qué tal?— le pregunto para saber si es que vive un engaño o es en serio la cosa.

- No, fino, pero bueno, no es lo mismo...

Mientras pienso en cómo este carajo reconcilia en su mente lo de tener mujer, probablemente hijos, y hacerse una paja con otro carajo, lo tomo por la cabezota púrpura de su pene y lo llevo hasta el baño. "Ven que te lavo, quiero mamártelo".

Por supuesto, me deja hacer, por un buen rato. Luego de pasarlo por el chorro de agua, recibo sentado en "el trono" sus furiosas acometidas dentro de mi boca, mientras me pregunta y —como no contesto para no ser maleducado, con la boca llena se contesta él mismo.

-¿Y con quién vives? ¿Solo? ¿O con tu pareja? Aah... Y él a qué hora viene? ¿No podemos hacer un trío con él? Seguro que lo mama riiico, así... Y lo tiene así como tú, grande... Nos podemos coger los tres, ¿sí? Mmmmm.... - Su morboso monólogo lo excita cada vez más, y acelera el ritmo.

No quiero que termine tan pronto, así que me levanto, y él aprovecha para abrazarme por la cintura, voltearme y poner su erección alineada entre mis nalgas, mientras ahora con ambas manos me comienza a masturbar. Tal como me gusta hacerlo, desde atrás, parece que se masturbara a sí mismo, y vaya que lo hace bien. Me pone al borde en pocos minutos.

- Ufff, pero qué rico lo haces, vale, para no ser gay manipulas muy bien un güevo distinto al tuyo... (excitado suelo ser un poco temerario en mis declaraciones)... Esa "mujer" tuya como que tiene uno parecido...

- Nooo, vale, ojalá...En serio que soy casado, nunca hago esto...

No termino de creerle, pero hay que disfrutarlo como venga. Me coloco a su lado para poder corresponderle el estímulo, y me fajo a masturbarlo a la par que él a mí. Aceleramos el movimiento pero, aunque lo está disfrutando y sus gemidos van aumentando, de repente me detiene con un firme agarre en mi muñeca...


III. Creí que me estaba jodiendo: nunca le di mucha credibilidad al cuento ese de la ponchera de agua, a la prueba de los cachos. Uno ha escuchado tantas vainas de cuaimas y celópatas... Pero cuando el tipo me explica el clínico razonamiento de su mujer, tengo que preguntarme: ¿cuántas extrañas formas de coexistir entre dos personas se llaman "relación de pareja"?

- No, no puedo acabar... Mi mujer siempre se fija cuánto acabo; si es poquito va a saber que ya eché uno...

¿¡Qué!? Lo miro a la cara como esperando que se eche a reír, pero su cara de circunstancia me despeja la duda. ¡La vaina es en serio! "Dale tú... déjame a mi..." y continúa administrándome un enérgico pajazo. Cuando siento cerca el orgasmo, me acomodo para hacerle un buen espectáculo. Gemimos juntos, aunque sea yo el único estimulado. Acabo teatralmente sobre el lavamanos. Me lavo mientras él se guarda su miembro, aún semierecto, sin haber acabado, cosa que seguro hará con la cuaima cuando llegue a casa más tarde...

jueves, 30 de abril de 2009

De regreso de nuevo, parezco Ilan

Cuánto abandono por acá, ¿no?

Ya estoy trabajando en nuevos posts, que no se puede perder así el contacto con tanta gente, ni perder la oportunidad de contar tantas cosas...

domingo, 5 de octubre de 2008

La primera pasa, la segunda lo repasa*... ¿y luego?

El sábado pasado estaba tomándome unas cervezas con miMa en un tugurio gay que queda cerca de casa, y desde nuestra esquina enumerábamos a los muchos conocidos que entraban, bebían, bailaban o salían—el "mundillo" homo de mi zona caraqueña es un pañuelo— cuando entre ellos apareció una de mis antiguas "conquistas", más precisamente el protagonista de esta aventura.

— Mira, tu "amante"... —insinuó MiMa, que sabía de los mensajes medio enamoradizcos que el chamo me había enviado, proponiéndome un arreglo extramarital medianamente estable.

— Ja ja ja... ¡Ningún amante! Bueno, tan amante como cualquiera de los "tuyos" —y con esto me refería yo a cualquiera de los invitados "de visita única" que también él ha tenido.

— Ese chamo subió como tres veces, ¿no?

— No: dos. La vez esa y una segunda de... ¿refuerzo? ¿profundización? ¿bonus track? ¿desquite? ¿despedida?

* * *
No pude definirla, y quedó en el aire el tema. ¿Cuántas veces es lícito/conveniente/recomendable tener sexo con uno de estos llamémoslos levantes? (dentro de lo lícito/conveniente/recomendable que pueda ser un encuentro sexual extra-pareja, pero eso ya es otro asunto).

¿Cuándo deja la cosa de ser casual para convertirse en relación, o cacho ya por toda la calle del medio? ¿Es válido procurar otro encuentro, o dejar que el levante lo busque? ¿Se valen más veces si la cosa evoluciona a trío con la participación de la pareja?
* * *

Una conclusión que sacamos, tras un breve análisis de las experiencias individuales y conjuntas, es que el límite se ubica por ahí, difusamente, cerca de la tercera vez.

Veamos.

Básicamente, la primera vez, la del morbo flagrante, es la de conocer. Saborear un nuevo cuerpo, explorar texturas y tamaños y actitudes y capacidades. Probar y dejarse probar: lucirse con la visita, pues. Uno está centrado en disfrutar y hacer disfrutar al otro. No existe el futuro, sólo el ahora.

Al final de esta primera vez, no es extraño intercambiar números... ¡aunque algunas veces no se intercambia ni el nombre! (de ser así, sabe uno que se encontró con una especie de cometa. Pasó, lo disfrutaste y listo; queda para contarlo). Pero si se anota o entrega el celular, hay que estar preparados para una eventual repetición...

La segunda vez se alimenta de todo cuanto uno haya experimentado o inventado de la primera. En este encuentro hay morbo, muuucho: ¡Imagínense, volver a encontrarse con todo lo que uno descubrió en el estreno! También da chance de probar todo lo que luego de la primera vez se quedó por fuera ("¿y si hubiese hecho esto? ¿y si hubiese agarrado aquello? ¿y si tocaba más allá? etc.)

Más he aquí que esas elucubraciones son precisamente las que hacen que uno infle tanto la primera vez que, bueno... uno espera de la segunda mucho más de lo que termina ocurriendo. De hecho, es en esa segunda oportunidad cuando se notan los detalles menos perfectos del otro. Que es uno más, vamos (recordemos que estamos hablando de levantes, encuentros casuales, y además que ocurren como un divertimento sexual. Sin más búsqueda que la del placer). También esa segunda vez, siendo planeada, es menos espontánea. Parece una cita, y eso corta un poco: los preparativos, a veces tener que "hacer ganas"... ¡tener que comunicarse con alguien con que en principio sólo se quería tirar!

Pero total, al fin y al cabo, sucede. Justificamos el haber intercambiado teléfonos, comprobamos que alguien nos desea (¡y/o que deseamos a alguien!) como para planear un encuentro. Se disfruta nuevamente... Y ya. ¿No? Pues no siempre...
(La segunda vez, hay que hacer notar, no siempre se da. A veces con el sol de la mañana se ve mejor lo que en la noche se obvió; a veces la primera no fue tan explosiva y uno se lo piensa mejor para repetir. A veces el otro se lo piensa mejor para repetir, y uno nunca vuelve a saber de él. A veces la cosa queda en una serie de saludos, medias invitaciones y morbosidades por teléfono que poco a poco se van distanciando hasta desaparecer.)
Y entonces viene la tercera vez. La tercera... es difícil de definir. Uno piensa: ¿Y esto qué es? ¿Una relación, acaso? No un noviazgo, tampoco un cacho. ¿Amistad con derecho? ¿Fuck buddy? Porque ya ciertamente no es el encuentro casual de la primera vez, ni esa medio-cita, medio resolución-del-morbo-pendiente de la segunda...

¿Qué vendrá después? ¿Acaso revisar las agendas para ver dónde encaja un encuentro rutinario? ¿Preguntar con aire inocente por la estabilidad de las respectivas parejas? ¿Poner (¡o aceptar!) una tarifa para la siguiente vez? ¿Hay, pues, que ponerle nombre a todo aquello?

* * *

Como se ve, para que la cosa quede todavía en el salvable anonimato, hay que detenerse entre la segunda y tercera vez. Eventualmente, la cosa se enfriará, se distanciarán los mensajitos o llamadas, se olvidará uno del sujeto (o el sujeto de uno), hasta que tiempo después ocurra el consabido encuentro —casual, nuevamente— en el tugurio. Lo que queda es el saludo silente, un gesto con la cabeza o quizá un breve intercambio de cortesías... con una comprensible, pero no siempre lograda, mirada hacia el otro lado por parte de la pareja. Con un hacerse el loco de parte de todos...

ACTUALIZACIÓN: La pana Eleia toca acá en su blog el tema desde el punto de vista hétero femenino... ¡y no tiene desperdicio, visítenla ya!

(*) ¡El título! El título de este post (se me cayó la cédula) alude a una cuña de TV de una afeitadora, ¿la recuerdan?

viernes, 3 de octubre de 2008

Vergonzosa confesión:

Me buceo a los malandros en los obituarios del Últimas Noticias.

¡Es que hay algunos que se ven tan buenotes!(o serán mis gustos medio proletarios, ja ja ja). No sé, además, si le agrega al morbo el hecho de que hayan muerto jóvenes, o el que probablemente haya sido por lo general en hechos de violencia...

martes, 17 de junio de 2008

Javier García y los despreciables

Sucedió este fin de semana el lamentable asesinato del periodista Javier García, y desde los primeros de los más de 1.700 comentarios dejados en el post de Noticias24 acerca del hecho se ventilan y repiten las ideas más manoseadas, las posiciones más extremas y las bajezas más reaccionarias —como siempre en ese sitio de noticias: todo tiene que ver con Chávez y con el gobierno, a favor o en contra. La noticia más inocente y alejada de lo político se verá invariablemente, a la vuelta de diez o quince comentarios, convertida en pasto para la polarización alrededor de un solo punto: Hugo Chávez.

Pero es en la algidez de esa banal discusión donde surge, en este particular caso, el arma arrojadiza de la inclinación sexual, y esto me ha hecho notar no pocas incoherencias, lugares comunes, prejuicios histéricos y tristes paradojas. Digo arma arrojadiza porque, no contentos con la especulación acerca de cuál sería la preferencia sexual del profesional asesinado, el grado de mariquez del contrario se vale igual para insultar, para descalificar opiniones o para jurar neutralidad y objetividad. De suerte que podemos encontrarnos con estas perlas de razonamiento:
"No importa si JG era gay o no, eso es su vida privada, pero la vida es sagrada y el asesinato, terrible —quien así habla parece, si no apoyar, al menos no juzgar a JG por su supuesta homosexualidad—... así que ustedes, chavistas maricones frustrados, locas de clóset, no pueden negar que hay inseguridad en el país, ojalá a la Tareka, a la Barreta les pase lo mismo, etc. etc. etc." —y ahí se fue al demonio el cacareado respeto por la diversidad.
Chavez y su gabinete son una cuerda de maricos, ¿por qué no los matan a ellos también? va en la misma frase, juro que lo leí, que Javier esa un ser humano excelente.

Y como este mensaje, cientos. Esa vaina fue crimen pasional, dicen seudoexpertos (¿pasional porque un carajo mató a otro en su casa, su cama? ¿No es crimen entonces? Si un tipo acuchilla a su mujer, ¿no se investiga porque es pasional?).

Brillan por su endiablada lógica las voces según las cuales el caso no es inseguridad porque el asesino fue, aparentemente, invitado por su víctima al apartamento. ¡La culpa es de él ahora! ¿Y la del atracado, por cargar cosas valiosas? ¿La del motorizado por tener moto? Parece razonamiento de delincuente... despreciable.

Me gustaría conocer la opinión de algún homosexual partidario del gobierno (Las habrá, ¿no?). Al menos, supongo yo, no recurrirá al manido eso no es inseguridad, eso le pasó por marico.

¿No es inseguro, entonces, salir de noche y conocer a alguien, en estos días y en esta ciudad? ¿No es sentimiento de inseguridad lo que se experimenta cuando cualquier persona en la calle puede ser un ladrón asesino? El gobierno no puede vigilar lo que dos hombres hagan en una cama, dice una tranquilizando su conciencia. Ah, pero... ¿el gobierno no puede contribuir a crear un ambiente de bienestar, de calidad de vida? ¿A quién le haría falta volverse una rata asesina, que apuñala a otro ser por unas vanas pertenencias materiales, si tiene desde que nace una buena educación, oportunidad de trabajar y vivir bien? ¿Sucedería esto sin la percepción reinante de que nada se castiga, todo está permitido, sálvese quien pueda? ¿No es el Estado el que debe revertir esa sensación generalizada?

No seré yo quien niegue la situación de riesgo a la que se expone cualquiera que invite un desconocido a su casa... si ese fue el caso. Quien me haya leído antes lo sabe, eso da para otro post. Digo más: no me es desconocido este modo de robo por un choro disfrazado de levante. Y aunque no creo que haya que caer en el simplismo ramplón de decir que a JR lo mató Chávez, el G2 o la DISIP, tampoco se puede sin embargo liberar al Estado del clima de histeria en el que vivimos. Y ultimadamente, usar la carta de lo gay para inculpar a la propia víctima o liberar de culpa a quienes dirigen la seguridad ciudadana... es despreciable.

martes, 11 de marzo de 2008

Ya no es informal

Estamos echados viendo tele. MiMa surfea por los canales —acabamos de poner cable y nos familiarizamos con la programación— y yo en unos minutos me voy al gimnasio, a retrasar en lo posible por otra hora y media el atrofiamiento indeclinable que la edad trae consigo.

Suena mi celular: no es mi partner de ejercicios. La pantalla dice, en verde:

FRANELA llamando...

¿¡¿Quéee?!? ¡Así es! Tengo su celular...

* * *

Como recordarán, el amigo del puesto de ropa y la boa morena estaba "cesante". Los buhoneros fueron retirados de toda la zona, y miMa y yo nos preguntábamos si sus apariciones cesarían o él recordaría tener mi número (y mi disposición) para cualquier, eh... "emergencia".

Hace cuestión de una semana, entonces, nos topamos de frente con él, cerca de casa. Sentado cerca de donde despachaba antes, repartía tarjetas de una tienda...

— ¡Epa!, ¿Qué más, pana? Ahora estoy en ese centro comercial...— señaló hacia unas minitiendas a pocos metros. — Estamos vendiendo lo mismo pero en un local, yo ya tenía mi punto hecho aquí...

¡Y vaya si lo tenía! Yo, por ejemplo, pasaba siempre por la zona buscándolo, aunque no precisamente para comprarle ropa. Interrumpió mis cavilaciones, directo:

—¿Y qué van a hacer... ahorita?— MiMa y yo realizábamos algunas diligencias, que le relaté brevemente. MiMa me miraba contrariado.

—Bueno... toma la tarjeta, cualquier cosa estoy por aquí...
—¿Pero este eres tú, el nombre de la tarjeta? ¿Y tu número es ese? —Yo no iba a dejar perderlo de nuevo tan fácil.
—No, bueno... anota ahí— y procedió a dictarme, como pensé que nunca haría, su número personal. Despedidas y seguimos. MiMa necesitaba aclarar:
—¿Pero no te preguntó quá haríamos en este momento? ¿Por qué no...?
Yo, circunspecto, le muestro el número:
—Hoy no, pero ya está localizable. A la orden, pues...

* * *

De vuelta a la inminente partida al gimnasio, le muestro la pantalla del celular a miMa, y contesto. Expectativa en el ambiente.

—Épale. Qué hay.
—¿Qué pasó, pana? Mira, voy saliendo del trabajo, ¿Paso por allá?
—Coño...— Me hago el duro —Yo ahorita voy saliendo pal gimnasio... ¿Y mañana?
—No, vale... Ahorita, anda... ¿Si va? Y me lo mamas bien...
—Verga... es que me están esperando. Por acá está el pana también... (me refiero a miMa, a ver si lo corta que estemos los dos, a veces pasa)
—Dale, vale... Estoy allá en cinco minutos. Le doy a los dos. Anda, que tengo ganas de acabarte en la cara...

Me mata el lenguaje poético. Lo pienso un poco —dos décimas de segundo— y le digo: dale, pues.

—Voy bajando... (miMa cree que para irme al gimnasio) ... a abrirle a este chamo.
—¡¿Quée!? ¿Viene ahorita? ¿Y no te vas? ¿Y no le dijiste que mañana?
—Pues... es que me convenció. Ya subo... subimos.

* * *

Llegamos, y él ya se sabe el camino de ladrillos de oro: entrar en el cuarto, saludar a miMa —¿qué pasó, cómo está ese culo?— y comenzar a desvestirse son una sola cosa.

Lo que sigue puede resumirse en una divertida batalla de tres, con profusión de atenciones orales para el invitado, que hay que ser amable con la visita, y sus usuales solicitudes: ¿tienes condón? ¿no quieres que te lo meta? Anda vale, siempre puro mamar, puro mamar, denme culito...

Con un nivel ya de relación que roza ya la confianza, le sugiero —mi pene casualmente recostado sobre su muslo, en una de esas vueltas de nuestros cuerpos inventando posiciones— que para evitar el "siempre lo mismo", se deje coger él. La negativa es clara aunque ya no tan vehemente: no se siente amenazado. Una palmada a mi culo y acomodarse sobre el pecho de miMa para sobrevolar su cara con la verga sirven para despejar la idea. Le habla ahora a él:

—¿Y tú, no quieres que te lo meta? El pana (se refiere a mi) ya probó, pero tú no me has dado...

Intercambio de miradas que son negociación, y estiro la mano hacia la mesita de noche, de donde saco un preservativo y lubricante. Franela, explayado en el centro de la cama, adelanta la porno de Rocco Sifredi que le puse para ambientar, mientras lo forro con el látex y lo sacudo un poco para ponerlo a punto. Minutos después, miMa se estrena en lo de empalarse sobre la morena y dura verga del día, su dueño concentrado en el proceso y con el control del TV aferrado en una mano.

Me echo a un lado para ver la cogida, luego de besarnos teatralmente miMa y yo sobre Franela, mientras me masturbo al ritmo de los gritos de placer actuado del video. Todo se acelera y los gemidos comienzan; el movimiento de pistón en el centro de la cama, la verga subiendo y bajando gruesa y caliente dentro del culo de mi pareja captura la atención de los tres y nos olvidamos de la película. Cuando acabo sobre mi pecho, Franela ya acusa los efectos de la estimulación, y se aferra a los muslos que lo cercan para dar las últimas arremetidas, su cara mezcla de esfuerzo y placer. MiMa, aún sentado sobre el invitado, se pajea para unirse al coro de orgasmos, y Franela ya recuperándose lo advierte: "Mosca me vas a llenar la cara de leche..."

* * *

Total que Franela tiene mi número, como antes, pero ahora yo tengo el suyo. Entregado voluntariamente. Ya no es informal: ni su trabajo —de la calle pasó a una tienda— ni nuestra "relación" —le gusta la vaina y quiere estar "conseguible". Y por este puñado de cruces que procuraré "conseguirlo" con frecuencia...

¿Qué es eso que dicen de la perseverancia?