martes, 31 de julio de 2007

Ocho son

De Valencia me llega la tarea...

Ya en algunos de los blogs que frecuento había notado estas listas de ocho intimidades confesadas por sus escritores... Me dije: el espacio bloguero es pequeño, tarde o temprano me tocará. Y me tocó. Así que ahí va mi parte. El juego del ocho, imagino que se llama:

1. Cada jugador cuenta 8 cosas de sí mismo (y como este blog es como es, serán cosas bien... crasas. Aguanten).
2. Además de las 8 cosas, tiene que escribir en su blog las reglas
(helas aquí).
3. Por último tiene que seleccionar a otras 8 blogueros y escribir sus nombres o blogs
(a ver si consigo ocho que no hayan escrito ya esto mismo). Y
4. No hay que olvidar dejarles un comentario informándoles que han sido seleccionadas para tal juego
(lo haré).

De seguidas, mis ocho:

1. Como no soy circuncidado, cuando pequeño en el kinder una vez nos reunimos en el baño "a vernos los pipís" y el primero que ví "pelado" me confundió... ¿Por qué el de él tiene ese cabeza azul y el mío es un choricito de pura piel? Tarde o temprano pude descubrir el glande, aunque también cuando ví por primera vez uno por debajo (el frenillo) no entendí nada...

2. Lo tengo torcido. Un poco hacia la izquierda. Antes me desesperaba esto: creía que era un freak. Pero internet me ha mostrado que es común, incluso deseado por muchos...

3. A veces también me preocupa que tengo un poco de fimosis —esto es, que me cuesta retraer el prepucio cuando estoy erecto. Como no me imagino a estas alturas circuncidándome para resolverlo, he intentado: masturbarme mucho (¡por esa causa o por cualquiera!), cremas, estirones, y dejarlo así. Total, con condón no me afecta tanto.

4. Cuando a veces al acostarme me da por hacerme una paja, si pienso en alguien que me guste en ese momento, no me imagino que estamos teniendo sexo, sino que está solo, acostado también, masturbándose... ¡Me da mucho morbo!

5. Bajarme fotos porno consume gran parte de mi tiempo conectado. Pero... casi nunca vuelvo a ver las fotos que bajé (ya llenan varios CD): siempre habrá nuevas.

6. Mientras escribo esto, tengo abierta otra ventana con el Flickr (Firefox rules!), viendo fotos de la marcha gay de Atlanta. En un rato serán fotos porno, puedo asegurarlo... Incluso si estoy haciendo algún trabajo en casa, en el fondo siempre se están cargando algunas páginas porno...

7. Soy un confeso, irredimible crotch-watcher. Un buzo de braguetas. Me gusta evaluar el bulto, las posibles dimensiones; celebro el atisbo de una silueta distinguible. El orden en que miro a alguien en la calle casi siempre es el mismo: ojos-boca-bragueta-ojos. A menos que vaya en dirección contraria, en cuyo caso es culo-culo-culo-culo.

8. Cuando conozco a alguien para un poco de sexo casual, casi nunca paso de una o dos encuentros. En ocasiones, si a la persona le he gustado y tiene mi teléfono, nos seguimos escribiendo, pero cuando intenta que lo hagamos de nuevo, me da como ladillita... Claro que también me pasa que yo quiero más y ya no me paran, pero es menos frecuente, je je je...

* * *

Listo. ¡Uff! Trataré en lo sucesivo de ignorar estas tareas. Me agota ponerme a pensar listas... Ah, con respecto a la tercera regla de la tarea, le voy a hacer una reforma constitucional: si ha pasado más de mes y medio desde que me encomendaron esto, probablemente todos mis contactos ya lo hicieron, así que la lista se reduce: Guille, Poehunter, RicardoP. Y ya está.

martes, 17 de julio de 2007

Algo sobre pagar por sexo...

Un detalle reluce en la historia que he venido contando de Franela, un aspecto con el que no estoy del todo en paz y que tal vez sea también incómodo de manejar para más de uno de los que me lean por acá. Ese detalle es el de pagarle a un tipo para tener sexo con él.

¿Prostitución? El negocio más viejo de la humanidad, dirán. Pero no es eso. Creo. Nunca me he acercado a lo que sería formalmente ese servicio. Leo los clasificados de putos por pura curiosidad y morbo; nunca llamaría. Tampoco rondo los conocidos lugares donde vagan quienes venden su cuerpo cada noche. Esto es diferente.

Los "circuitos de levante" caraqueños se caracterizaban por estar habitados de toda clase de chicos, hombres y no tanto, pendientes de sólo una cosa: un rápido encuentro sexual furtivo y anónimo, tal vez la posibilidad de citarse en otro sitio, pagar un hotel entre dos (o más), ir a casa o incluso esconderse entre arbustos y lograr el anhelado orgasmo clandestino. Hasta ahí, todo normal —si se puede llamar así.

Mas de buenas a primeras estos sitios, cuando no menguaron o desaparecieron bajo el fastidioso acoso policial o de rateritos (no sé cuáles son peores), se comenzó a alimentar de esos chicos que, además de procurarse los tales momentos de intimidad anónima (¿?), buscaban una retribución económica, si bien informal.

La primera vez que subí con alguien a la oficina y me dijo "¿Y con cuánto me vas a ayudar?", me quedé pasmado. ¿Pagarle? ¿Por sexo? ¡Pero si subió por su voluntad! ¡Me lo levanté! ¡Yo ya tenía mi mano dentro de sus pantalones! De inmediato lo corté: "Pana, todavía no creo que necesite pagar para tirar..." le dije, entre retador y ofendido, mientras abría la puerta de nuevo. Dejando una rendija abierta, claro: "Cuando quieras echar uno por disfrutar, acá te espero..."

No me lo esperaba. Cierto que en algunos casos uno se fija que la persona puede no estar en la misma situación económica que uno; a veces en el juego de la seducción uno invita a una bebida, o a comer. Pero el frío intercambio de moneda por piel se me antojó, de repente, oscuro y decadente.

No fue un caso excepcional, fui descubriendo. Ahora era una tendencia, al menos en los sitios de "circuiteo" que frecuentaba. Más y más muchachos de los que se veían en las tardes con el típico comportamiento de pasar y volver a pasar, sostener la mirada pícaramente, adoptar poses sugerentes o de plano tocarse y enseñar sus "partes", se dejaban seducir para, en el momento justo, pedir una "colaboración" los más tímidos, o "cobrar", los más lanzados. Los lugares se putearon.

A miMa le sucedió, incluso, de una forma más sutil y sin embargo tanto más profesional: un chico al que conoció y con el que alternó alguna que otra tarde, se quedó mirando una vitrina de ropa cuando lo acompañaban para despedirlo en el Metro, y dejó caer, casualmente: "Esa camisa está bonita... me la puedes regalar en mi cumpleaños". Era un paso más allá de su tendencia (nada casual, le insistía yo) a aparecerse disponible justo cerca de la hora del almuerzo, al que gustoso aceptaba ser invitado...

Hay sus variaciones. Algunas veces Franela —no el único que me ha pedido dinero pero sí el único "repitiente"— llegaba chillando: "necesito real, mi pana"; o "mira, y cuánto tienes ahí..."; por vacaciones o puente, de súbito requería más. En otras ocasiones, ni siquiera tocaba el tema, y si le dábamos algo se lo guardaba como algo no esperado. Una vez nos quedamos a ver en la plaza cercana, y mientras lo esperaba me compré una película pirata. "Lo que tengo es esto," le enseñé el escaso vuelto de la compra del DVD. "Bueno, déjalo así..." y subimos, yo sabiendo entonces que lo que lo guiaba era una feroz excitación; ganas de tirar, acabar, y no las ganas de cobrar...

Pero el fenómeno está allí. O tal vez los sitios de "alterne" comunes, los de simples buscadores del sexo por el sexo, se han mudado sin dejarme aviso. O tal vez todo ahora es negocio, considerando las siempre peores condiciones económicas y laborales reinantes.

Además, está el otro factor, que yo considero importante, y tal vez decisivo en cuando a mi excitación se refiere: quienes piden "colaboración" son sobre todo hombres, algunos con mujer e hijos, que sólo ven en el intercambio sexual rápido y serio un "resuelve" para el bolsillo. Los míticos "cogemaricos", con toda la carga homofóbica que esa horrible palabra pueda tener. Tema futuro...

lunes, 16 de julio de 2007

Un acceso de penita

He estado comentando recientemente en varios blogs, y algunos de quienes los escriben me han venido a leer. En sus respuestas a mis saludos he percibido un cierto elemento de precaución o cortés distancia, que me ha puesto a pensar acerca del carácter "explícito" de mis contenidos. Me he preguntado si tal vez no estoy siendo muy gráfico. Un repentino pudor verbal me atacó.

¿Soy muy procaz? ¿Tal hay vez demasiado detalle escabroso en mis relatos? Abrí este blog para poder comentar algunos hechos de mi existencia que no son del dominio público. Igual son mis inquietudes, experiencias, dudas. Como las de cualquiera. Cualquiera gay, digo. Y creo que lo explícito no es gratuito o pornográfico: forma parte de la médula de cuanto quiero decir.

Tal vez me he puesto monotemático con los últimos cuentos; otros posts se han quedado en el tintero por la avalancha de continuaciones que lo de Franela ha tenido. Hay que variar... pero el centro de este sitio será siempre el mismo: mis experiencias y dudas como hombre gay. Hay relatos que tengo que sacarme de la cabeza, y sólo encuentran asiento acá. Hay preguntas que me hago que quienes comparten conmigo en este espacio quizá también se hacen y pueden ayudarme a responder. Hay una cantidad de gente increíble que he contactado a través de este blog, que si se ha mantenido cerca es porque algo me ha estado saliendo bien. Creo.

Sus respuestas me orientan, espero poder seguir siendo leído y criticado. Gracias.

viernes, 6 de julio de 2007

Las llamadas, días después (Franela, IV)

Luego de esa primera vez que se la chupamos a Franela, quedó de alguna manera acordado lo que podía ser el sencillo procedimiento en caso de querer volver a tener "contacto".

Mientras nos aseábamos y acomodábamos nuestras ropas —más que desvestirnos, apenas habíamos descubierto nuestros sexos: él para ofrecerlo al cautivado público, miMa y yo para masturbarnos— yo hacía algo de conversación ligera, con alusiones más o menos directas al tamaño de su verga, la profusión y violencia de su eyaculación, la idea de que no sería la única vez que transáramos...
Muy serio, mirando siempre al piso, a su ropa, sus manos, Franela definió la cosa en cortas frases. "Si quieres me das tu teléfono," soltó. Se lo anoté en tres segundos.
"Bueno, cualquier cosa, si estás por allá..." adelanté, refiriéndome a su puesto de buhonero, donde habíamos negociado este encuentro. "No, no pasen por allá," me atajó enfático, celoso de su territorio. "Yo cuando necesite, los llamo." MiMa y yo nos miramos fugazmente. ¿Cuando necesite qué?, pensé. ¿Que se lo mamen? ¿que le den plata?

En un par de días pude sopesar esas preguntas de nuevo, cuando me lo encontré en plena tarde, de vuelta de mi oficina, por la esquina de la avenida —zona neutral, me fijé— como a cuadra y media de su puesto.
— Eeeepa, ¿qué pasó?— me saludó con tono de camaradería, dándome la mano con aspavientos, de pana a pana.
— ¿Qué hay?, seguí yo, acompañando sus pasos. —Mira, men, y lo del otro día...
— Ajá, qué...
— Estuvo bien, ¿no? Dime algo: ¿te gustó más el negocio que hicimos, o te gustó el... trabajo hecho? Porque, cualquier cosa, "fuerza" no siempre hay —aventuré el sinónimo malandro de dinero— pero ganas de trabajar siempre quedan...
— No, bueno, tranquilo... —caminaba rápido hacia su negocio, un amago de sonrisa pícara en su cara: claro que es negocio, pero le gustó la mamada; yo me freno en la esquina para hacerlo cerrar la frase y la conversa— Yo tengo tu número, si el sábado están por ahí, resolvemos...

Y ese sábado, y durante algunas semanas, cuando se acercaba el sábado y a eso de la una de la tarde —me imagino que esa era la hora "legal" de alejarse de su puesto por un rato, a comprar comida— yo sabía que podía sonar en cualquier momento mi celular, y que vería en la pantalla "NÚMERO PRIVADO" o algún número extraño (alquilado, seguramente), y que al contestar escucharía, primero, el ruido inconfundible de la calle, y después:
— Aló... ¿ElOtro*? ¿Qué pasó, pana? Soy yo, el chamo de las franelas...
Nunca me ha dicho un nombre, ni siquiera falso, como sé que algunos acostumbran hacer. Y yo, aunque el día, la hora y el tono inconfundible ya me lo habían dicho todo, pretendía casi siempre no reconocerle hasta que decía eso: "el chamo de las franelas..."
— ¡Ah, epa! Qué cuenta...— Y me quedaba callado, para ver si se atrevía a asomar el tema obvio de la llamada, que casi siempre resumía así:
— Mira, y... ¿qué pasó? Háblame claro...— O si no:
— Mira... te tengo las franelas... ¿te las llevo?
Sabía yo entonces que estaba en un teléfono de esos alquilados, rodeado de gente, sin poder hablar en privado, y le soltaba alguna cochinada:
— Qué pasó... ¿Pendiente de una mamada? ¿Quieres que te saque la leche?
Se reía, obviamente nervioso, y dejaba entonces que yo le diera las instrucciones precisas: vente, que estábamos hablando de tí; o no, no estoy en casa pero llego en un rato; hoy no se puede; no hay fuerza. Muchas veces, en honor a la verdad, me molestaba haber llegado a tanta confianza, y sobre todo a pagar por tener sexo; esas veces me negaba o no contestaba el teléfono. MiMa, más estricto que yo con aquello de repetir, me apoyaba con una mirada severa.
Pero otras veces dictaba él:
— Mira, yo estoy por allá como en diez minutos, baja y me abres...
Y entonces mi erección era inmediata, y si a miMa le parece buena idea —siempre deja que yo haga la negociación con él, Franela también "se corta" un poco hablándole aunque no tiene problemas en dejarle "hacer"— me hacía un gesto de aprobación y yo cuadraba todo. Y más tarde nos encontramos de nuevo por un rato con el fabuloso falo y el cada vez más desnudo y colaborador cuerpo que lo acompaña...

Next: Cada vez más desnudo. Mi reto: que se dejara hacer cosas...

(*) Me llama, claro, por mi nombre, no por este
nick.

lunes, 2 de julio de 2007

¡¡Las fotos de la marcha!!


Mucho arcoiris...
Cargado originalmente por elotroxxx
Son las once de la noche pasadas, pero tenía que postear para avisar que ya monté en mi Flickr las fotos (unas treinta de las casi trescientas) que tomé ayer en la fiesta al final de la marcha del Orgullo Gay de Caracas, en Plaza Venezuela...
No pude estar hasta el final de la fiesta, pero durante las horas que me quedé la música estuvo buenísima, el show un poco menos (no lo vi todo, pero las actuaciones de siempre: imitadores varios, mariqueras múltiples), y las vistas... bueno, aprecien las que puse y me dicen qué opinan...
Próximamente escribiré con más detenimiento sobre el evento. Pasen por allá y disfruten, por ahora, del testimonio gráfico, con todo cariño y dedicación...