Llegué a casa soltando las llaves y contándole a miMa el encuentro cercano del segundo tipo* con Franela. Tras unas tibias imprecaciones sobre el riesgo de tales aventuras públicas, quedó claro que no le parecía mal explorar las posibilidades de algo más...
Así que el sábado, un par de días después, nos dimos una vuelta por su puesto de venta. Yo, siempre un poco más zumbao en estas cosas —sobre todo si estoy acompañado— me acerqué, como quien no quiere la cosa, a las ristras de coloridas prendas colgadas, como quien evalúa una compra. Lo cual, de hecho, estaba haciendo.
— Epa, qué hay... —Dejo la pregunta abierta y reviso franelas y camisas, sin verle a la cara.
— Dime, pana, a la orden...— Me mira brevemente, y me reconoce. Comienza también a acomodar su mercancía. Ahora sí busqué sus ojos para asegurarme que supiera a qué nivel estábamos negociando:
— Y... ¿el otro día qué? Yo pensé que te quedabas...
No contestó, pero por su gesto entendí que la cosa no era "el otro día", que estaba allí para resolver. Me miraba esperando la propuesta. De una vez le hablé de dónde resolveríamos.
— ¿Sabes... dónde está el edificio Tal?— MiMa ya estaba a mi lado, viendo camisas y atento al negocio. Lo incluí en la conversa con la mirada.
— Ese está bajando por aquí, ¿no?— Se lo señalé, disimulado. Lugar, listo. Tiró entonces su anzuelo: —Ah, bueno... Pero tú sabes que yo cobro...
No me lo esperaba, tampoco me sorprendió. Pero ya estábamos "montados en el autobús": sí estaba dispuesto. Mientras yo revisaba revisaba las costuras de una franela verde con la bandera de Brasil, le pregunté cuánto.
— Tantosmil, la franela... —disimuló.
— ¿Y en cuánto me dejas dos? —le dije mirando la franela y a miMa. También él lo sopesó.
— Dame otrostantos. —MiMa y yo nos miramos, rápido, y aprobamos. Le devolví la franela de Brasil, con lo que él se acercó bajando la voz: —Espérame en la puerta como en media hora, yo paso por allá...
Ya teníamos cita entonces. ¿Para qué? Bueno, al menos vería el mástil de carne de nuevo; qué hacer con él se vería en el momento. Repasamos algunas medidas y precauciones: lo llevamos a esta habitación. Mosca si tiene un bolso. No dejarlo solo ni en el baño. Cualquier cosa, condón. Y cuidado con el semen...
La media hora pasó como en cinco minutos. Nos entretuvimos en la puerta del edificio viendo películas quemadas, y al rato lo vimos acercarse, apurado y viendo a los lados como si temiera ser seguido. MiMa abrió la puerta y Franela pasó, sin vernos, cual celebridad con guardaespaldas. Paranoico de ser visto en ese trance. En el ascensor miraba a las puertas, preguntaba. "¿Hay alguien más en el apartamento?" No. "Nada más ustedes dos?" Sí, nada más.
Llegamos a casa y miró alrededor antes de llevarse las manos al cierre del pantalón, que ya se veía abultado. "No, aquí", le dije señalándole la habitación. Entonces entró al baño — a lavarse, por lo que se oía— y cuando salió ya le esperábamos al lado de la cama. Entró, se paró a mi lado y se abrió el cierre. Metí la mano y lo que saqué sobrepasó mis expectativas, pues no la había visto antes tan de cerca: una tremenda verga morena, ya semierecta, que al apretarla sentí caliente, latiendo y creciendo más.
Me senté al borde de la cama y ví a Franela a la cara: sólo esperaba lo obvio, mientras se miraba el pene. Eché hacia atrás su piel para descubrir una cabeza ancha y púrpura de bordes gruesos, y de inmediato me la metí en la boca... Su calor me inundó y me recorrió el cuerpo. Él empezó a bombear dentro de mi boca con el miembro, que yo trataba de acomodar hasta donde fuera posible.
Me separé tras una buena mamada inicial, para liberar mi propio pene que estaba a reventar, y miMa se hizo cargo. Esta es una escena que me gusta ver, así que me paré mientras me abría el pantalón, para apreciar el trabajo de miMa, dándole lengua a la verga morena y masturbándose al mismo tiempo, y la cara de concentración de Franela, sus manos en la cintura y la cara ladeada, viéndose adorado por el falo.
Pero no quería perderme la merienda. Me acerqué, ahora dándome unos toques al miembro, y como siempre en estos casos, tanteé hasta dónde podía llegar con el tipo: me le acerqué con mi pene en la mano hasta casi estar a su lado, a ver qué hacía. Ni lo vió, y alejó disimulado la mano. No hay caso: sólo quiere una cosa. Me senté de nuevo y le agarré el miembro a la mitad, guiándolo a la boca de miMa, dándole ligeros golpecitos en los labios con la cabezota húmeda. "Mmmm, sí, dale, así...", dijo por fin, tras su silencio desde que empezamos. Lo masturbé un poco y luego seguí mamando. Mientras miMa se separaba, Franela se abrió el cinturón (apenas tenía el pene a través del cierre), y se abrió el pantalón, bajándolo sólo unos centímetros. Lo agarré por la cintura y busqué la liga del interior, que estiré hacia abajo para descubrir los testículos. Se los lamí un poco. El tipo se subió un poco la camisa, y miMa aprovechó para chuparle un poco una tetilla. Franela se dejó hacer por un rato, pero no encantándole, aparentemente. En un momento se cubrió el pecho nuevamente, y le puso la mano en el hombro a miMa, empujándolo hacia abajo. Quería que me acompañara en la felación. Así que de repente nos encontramos ambos a la altura de su pene, que Franela se empujaba hacia abajo por la base con dos dedotes, su cabeza poniéndose más dura, más roja, más grande. Nos acercamos cada uno por un lado, y formamos una especie de túnel con las bocas, que el tipo aprovechó bombeando, cogiéndose el espacio entre los dos, el glande rozando nuestros labios en su ida y vuelta. Yo sacaba la lengua para encontrarme con el sabor de su falo, con los labios y la lengua de miMa. Franela aceleraba cada vez más, mientras miMa le acariciaba las bolas con su mano y yo exploraba por su pecho con la mía. Ambos nos pajeábamos aceleradamente, Franela gemía, hasta que se detuvo, puso su mano en mi cabeza y me volteó poniendo mi cachete frente a él, lo que entendí como el acto final. MiMa se juntó un poco, justo cuando Franela chupaba el aire entre sus dientes, se masturbaba furiosamente por unos segundos y el semen blanco, caliente, se disparaba del orificio en su glande y se regaba por mi cara, por el piso, volaba por el aire...
MiMa, sincronizado perfectamente, acabó en su mano viendo la eyaculación del "invitado", y yo después, en el lavamanos del baño cuando todo terminó, mientras Franela se apretaba la verga para exprimir las últimas gotas de semen y buscaba con la vista y en silencio con qué limpiarse. Le largué una franela usada donde se secó la leche, me lavé la cara y le di paso para lavarse.
(*) En UFOlogía, el estudio de Objetos Voladores No Identificados, un encuentro cercano del segundo tipo consiste en avistamiento del tal objeto, mas algún efecto físico asociado: calor, radiación, parálisis de humanos, ganado asustado... tres de los cuatro efectos no está mal, ¿no?
viernes, 29 de junio de 2007
lunes, 25 de junio de 2007
La marcha es este domingo
Como ya me lo confirmó mi amigo el activista ayer, este domingo 1° de julio es la Marcha del Orgullo Gay de Caracas. Siguen siendo sus coordenadas Parque del Este como inicio y Plaza Venezuela como llegada.
Ya tengo lista mi cámara y mis zapatos cómodos: en años anteriores había esperado la manifestción en su llegada, la Plaza de los Museos, pero esta vez quiero recorrer, si no toda, gran parte de la ruta planteada.
Y como me dijo "mi hijo" DD en estos días, hay que ir a ver papitos... ¡Y dejarse ver, digo yo! No tanto como para salir en la foto de portada el lunes siguiente en Últimas Noticias, pero... estar allí. Hacerse sentir. Formar parte de un colectivo que, como toda agrupación humana, tiene sus fallas, contradicciones, bajezas, miopías... pero también sus fortalezas, sus deseos, y sobre todo sus derechos y sus justos reclamos.
Ahora bien... ¿por qué marchar? ¿Hay alguna reclamación en el aire, alguna petición concreta de nuestro colectivo a la sociedad en general, que debamos promover? Porque además del previsible desfile de machos buenazos y liberador bonche callejero (adornado de plumas y faralaos, seguramente) debemos estar concientes de que como grupo estamos sentando una posición. Un punto de vista.
Leí en el blog de Jogreg su acertada opinión acerca de estos eventos y, tal como se lo comenté allá, me parece que lo importante de la marcha no debe ser necesariamente el bonche (¡¡¡que también vamos a disfrutar, quién lo duda!!!), sino establecer una presencia, una visibilidad como conjunto.
Muchos dicen que al marchar, nos estamos segregando del resto de las personas cuando deberíamos buscar, en realidad, lo contrario. La diferencia de punto de vista puede ser sutil, pero yo creo que precisamente el reconocimiento del colectivo gay pasa constantemente por afirmarse como grupo visible y numeroso, que existe y seguirá existiendo —y no afirmar orgullo, que tampoco comparto plenamente: soy así; ¿por qué habría de estar orgulloso? Es como estar orgulloso de tener dos piernas: no hice nada para lograrlo. ¿Si fuese de otra forma me avergonzaría entonces? Tampoco.
Quienes piensan que para ser aceptados debemos dejar de manifestar, creo que en el fondo no temen que nos volvamos un gueto auto-aislado, sino que temen ser señalados, estar bajo la lupa pública. No claman la integración para ser normales, la claman para ser invisibles.
Hay muchos derechos y reivindicaciones que se logran sólo con presión y constancia. Sabemos que los derechos de las parejas gay se han logrado en otros países de esa forma, y no pretendiendo que diluyéndonos en la mayoría tarde o temprano seremos aceptados...
¿Y qué pasa con los que dicen que no quieren juntarse con una parranda de locas en plumas y vestido? ¿Los que no le ven la gracia a un poco de hombres imitando a Shakira o a Miss Venezuela? Yo soy uno de ellos: no discrimino a nadie, pero nunca me verán desatándome ese día, ni maquillándome para ejercer mi derecho a que me gusten los hombres. Soy hombre, y natural, normal.
Y precisamente por eso es que pienso que el mayor grupo de la marcha tiene que ser el de carajos normales, como yo, como la mayoría de amigos gay que tengo, que somos cualquier persona: el vecino, el amigo, el compañero de trabajo. Tipos comunes y corrientes. Así la gente tiene que darse cuenta de que formamos parte de su entorno inmediato y cotidiano. Que no somos monstruos a quienes temer. Y esto sin desdecir de quienes elijan ir de "locas" —de hecho, estaremos celebramos la inclusión si, al ser diferentes, marchamos juntos...
¿Y ustedes qué piensan?
Ya tengo lista mi cámara y mis zapatos cómodos: en años anteriores había esperado la manifestción en su llegada, la Plaza de los Museos, pero esta vez quiero recorrer, si no toda, gran parte de la ruta planteada.
Y como me dijo "mi hijo" DD en estos días, hay que ir a ver papitos... ¡Y dejarse ver, digo yo! No tanto como para salir en la foto de portada el lunes siguiente en Últimas Noticias, pero... estar allí. Hacerse sentir. Formar parte de un colectivo que, como toda agrupación humana, tiene sus fallas, contradicciones, bajezas, miopías... pero también sus fortalezas, sus deseos, y sobre todo sus derechos y sus justos reclamos.
Ahora bien... ¿por qué marchar? ¿Hay alguna reclamación en el aire, alguna petición concreta de nuestro colectivo a la sociedad en general, que debamos promover? Porque además del previsible desfile de machos buenazos y liberador bonche callejero (adornado de plumas y faralaos, seguramente) debemos estar concientes de que como grupo estamos sentando una posición. Un punto de vista.
Leí en el blog de Jogreg su acertada opinión acerca de estos eventos y, tal como se lo comenté allá, me parece que lo importante de la marcha no debe ser necesariamente el bonche (¡¡¡que también vamos a disfrutar, quién lo duda!!!), sino establecer una presencia, una visibilidad como conjunto.
Muchos dicen que al marchar, nos estamos segregando del resto de las personas cuando deberíamos buscar, en realidad, lo contrario. La diferencia de punto de vista puede ser sutil, pero yo creo que precisamente el reconocimiento del colectivo gay pasa constantemente por afirmarse como grupo visible y numeroso, que existe y seguirá existiendo —y no afirmar orgullo, que tampoco comparto plenamente: soy así; ¿por qué habría de estar orgulloso? Es como estar orgulloso de tener dos piernas: no hice nada para lograrlo. ¿Si fuese de otra forma me avergonzaría entonces? Tampoco.
Quienes piensan que para ser aceptados debemos dejar de manifestar, creo que en el fondo no temen que nos volvamos un gueto auto-aislado, sino que temen ser señalados, estar bajo la lupa pública. No claman la integración para ser normales, la claman para ser invisibles.
Hay muchos derechos y reivindicaciones que se logran sólo con presión y constancia. Sabemos que los derechos de las parejas gay se han logrado en otros países de esa forma, y no pretendiendo que diluyéndonos en la mayoría tarde o temprano seremos aceptados...
¿Y qué pasa con los que dicen que no quieren juntarse con una parranda de locas en plumas y vestido? ¿Los que no le ven la gracia a un poco de hombres imitando a Shakira o a Miss Venezuela? Yo soy uno de ellos: no discrimino a nadie, pero nunca me verán desatándome ese día, ni maquillándome para ejercer mi derecho a que me gusten los hombres. Soy hombre, y natural, normal.
Y precisamente por eso es que pienso que el mayor grupo de la marcha tiene que ser el de carajos normales, como yo, como la mayoría de amigos gay que tengo, que somos cualquier persona: el vecino, el amigo, el compañero de trabajo. Tipos comunes y corrientes. Así la gente tiene que darse cuenta de que formamos parte de su entorno inmediato y cotidiano. Que no somos monstruos a quienes temer. Y esto sin desdecir de quienes elijan ir de "locas" —de hecho, estaremos celebramos la inclusión si, al ser diferentes, marchamos juntos...
¿Y ustedes qué piensan?
martes, 19 de junio de 2007
¿Mi amigo DD se convierte?
Hola, papi, feliz día. Qué hacen?Es domingo, Día del Padre.
No tengo hijos, mucho menos uno que tenga celular y me escriba mensajes.
Es mi amigo DD, que a raíz de un viejo chiste entre nosotros, me llama papá y yo lo llamo hijo (otro post explicará esto). Estoy en el cine con miMa y unos amigos, comenzando a ver Exterminio 2. Se lo escribo, tapando la pantalla para no molestar a los muchachos.
Me la cuentas. Y por fin cuando es la marcha? Quiero tomar fotos y ver el desfile de papitos...En esto sí parece hijo mío, qué orgullo... (se refiere a la Marcha del Orgullo Gay de Caracas). Le cuento que no está segura la fecha, y que papitos era lo que estaba viendo yo, en el centro comercial y la cola del cine.
Perra! Y cuando vamos a bailar? Se me esta olvidando...Así seguimos con los mensajes, yo tratando de concentrarme en las primeras escenas de la película. Luego de otras naderías me suelta esta perla:
Papi, me estoy volviendo pasiva, estoy viendo braguetas que jode...Ahora sí tengo que hacer un esfuerzo para aguantar la carcajada en el cine: ¡DD es el marico más consistentemente activo que conozco, si es que tales roles tienen alguna validez! Le gustan los hombres —en eso está claro— pero siempre ha sido la parte de arriba del asunto. Se ha cogido a media urbanización donde vive, y una buena parte de mi propia zona. Me ha cogido a mí, por Dios, pero esa es otra historia... Y como cada vez que insinúa su decisión de, ahora sí, dejarse penetrar o darle a alguien la felación que siempre recibe, me lo tomo a broma y le contesto:
Ya era hora! Despues de todas las que has hecho... Te vere mamando...Mientras él escribe, le muestro a miMa el mensaje de su preocupación con las braguetas. Entorna los ojos —también se sabe los cuentos de DD: que si me lo voy a buscar grandote, que si tiene que ser bello, que después que empiece se va a volver una pasiva más — y en eso llega la respuesta:
Bueno, tiene que ser en el club, con uno grandote, que me haga vomitar, jajajaMi amigo se repite... ¿Será que me está anunciando lo que ya tiene intención de hacer? No lo creo: nunca ha manifestado ninguna clase de interés por un pene que no sea el suyo propio. Si, como dicen algunos, la felación hiciera algo con el tamaño del miembro, DD orinaría por el ruedo del pantalón.
Bueno, ya te contare cuando me den por la boca, tu sabes que soy muy espontaneo...Cómo dudarlo. Tampoco lo dejo escapar:
Contarme no, debo verte, bastante me has visto tu hacerlo... Te tomare fotos.Hemos tenido esa conversación antes, y creo que no pasa de ser una broma para mensajearnos. Pero, ¿puede cansarse un gay de su rol sexual común, y cambiarse sólo para probar? No él, pero tal vez. ¿Y si alguien siempre ha deseado probar, y no se haya atrevido por alguna extraña causa? Otro amigo mío, de similares características y costumbres —aunque no tan solicitado como DD, todo hay que decirlo— piensa que si alguna vez "da culo" (es bastante directo, mi amigo), teme que le vaya a gustar mucho y se vuelva "una loca". ¿Cuán loca te vuelves si sólo te penetran una vez, para ver qué tal? ¿Y por hacer una mamada? ¿Dos, cien? Algunos creen tener una frontera bastante cercana: un compañero de trabajo (hétero) que tuve se partía de risa cuando le mostré fotos de tipos autofelándose. Le lancé la pregunta: Si pudieras doblarte así, ¿lo harías, te darías a ti mismo ese placer? "Qué va... ¿Y si me queda gustando mamar güevo?"
Tal vez DD necesite un poco de apoyo para intentar lo que nunca ha hecho. Una especie de aprobación, si bien simbólica. Quizás necesita que le prometa que no va a empezar a caminar extraño o a pintarse las uñas si toca un pene con la boca... Aunque en el fondo él sabe todo eso: conoce mis preferencias y las de otros cuantos, y sabe que somos y nos vemos como personas normales, no desarrollamos ninguna preferencia por sedas rosadas o tacones... El mensaje que debo enviarle, ya fuera del cine y una vez que escribí esto para leerlo y pensarlo, quizá deba ser:
Solo ve dentro de ti. Tu sabes quien eres, y lo que hagas no debe cambiar lo que piensas de ti mismo...Y además, siempre me quedarán las fotos de recuerdo.
domingo, 10 de junio de 2007
Bisexualidad
Un reciente post de mi amigo Patacaliente me puso a pensar, cuando le respondía, sobre la bisexualidad, que él profesa (¿practica? ¿siente? ¿representa? Help me here...). Me parece que me explayaba demasiado en el comment, así que corté y me traje el resto de la reflexión para acá.
No puedo decir que haya tenido una opinión invariable sobre la bisexualidad a lo largo de mi vida. Alguna vez me pareció una definición que encerraba a los "hipersexuados", los que veían sexo y morbo en todo ser viviente: no una opción sino la suma de todas las opciones, la de los que lo quieren todo. Mas esta era una visión bastante genital (y un poco paranoica) del asunto, del que no tomaba en cuenta la dimensión afectiva.
No dejé de pensar también que los gays indecisos o inseguros se llamaban a sí mismos bisexuales; así podían tener una relación heterosexual que poder "mostrar" en el mundo normal, y echar una cana de vez en cuando con los de su mismo patio —donde realmente se sentían a gusto— sin sentirse culpables o raros. Una especie de paso previo a la aceptación de la condición gay. Y como dice Pata, es casi tópico que los gays declarados vean a los que se dicen bisexuales con una especie de paciente incredulidad: Sí, claro... Bi. Tú lo que pasa es que no quieres que te digan marico...
Y aunque esa perspectiva también me negaba de plano que existiera una real bisexualidad, aún ahora creo que hay algunos se engañan de esa forma, o no están en capacidad de reconocer ante sí mismos que gustan de personas de su mismo sexo y lo disfrazan como "uno de los colores" de la "amplia" gama sexual que abarcan. Creo que sufren, y en el proceso hacen sufrir a la persona que está a su lado sirviendo de tapadera de los verdaderos sentimientos...
Esa es una cosa que nunca pude hacer. Puedo hablar por mí. Soy gay, pero como muchos, tuve novia a la edad en que eso comenzaba a ser práctica (bueno, más bien un poco tarde), y aunque creo que esa fue una etapa muy importante y feliz en mi vida—hubo amor, me sentía en verdad bien con esa persona— me movieron más las ganas de encajar en la norma y el empeño de ella (nunca fui muy asertivo) que el deseo real de estar con una mujer. Por eso el sexo... quedó pendiente. Hubo quizá miedo, al menos de mi parte. Y una de las muchas voces que escucho en mi cabeza cuando me adentro en esos temas dice que de haber sido más decidido en cuanto a intimar con ella, tal vez (sólo tal vez) mi universo sexual/emotivo sería muy distinto al de la actualidad. No lo sé. Pero eso es otro tema.
Lo que sí me quedó claro fue que, una vez aceptado el hecho de que me gustaban los hombres (y créanme, que tardé en darme cuenta; creo que más que las personas que me rodeaban), no iba a hacer creer a nadie una cosa cuando sentía otra —y menos a una persona que se involucrara sentimentalmente conmigo. No me verá nunca nadie, y menos a estas alturas, simular una relación o tan siquiera simular deseo sexual en una conversación de pasillo entre machos, para salvar mi imagen ante los "normales".
Tal vez lo que he sacado en claro de todo este barullo confuso en mi modo de ver la bisexualidad es que ahora mismo tal vez sí reconozco la afectividad como parte del tema. Una persona bisexual puede desear a otras de su mismo sexo o del opuesto, pero también puede enamorase de ambas (no a la vez, se entiende; eso también es otro tema); yendo incluso más allá, una persona puede tirar frecuentemente con otra del sexo opuesto (¡puede incluso, cuando la lujuria es demasiada, tirar con una muñeca de plástico, con un bistec crudo, con el perro del vecino!), pero hay que hurgar en dónde se haya la emocionalidad de esa persona para ver la verdadera inclinación.
Hace unos años me abrí (en el sentido emocional: me salí del clóset) ante un gran amigo hétero a quien ya había contado, cervezas de por medio y para saciar su socarrona curiosidad, que mis encuentros sexuales habían ocurrido tanto con hombres como con mujeres. Esto último de las mujeres, aunque fuera cierto, lo sostuve más por pena, más como un último vestigio de lo que me hacía similar a él: ey, también cojo hembras como tú, no me odies. "¡Pero si tiras con mujeres, y sé que lo hiciste con XYZ, no eres marico!, me decía. "Si acaso bisexual". "Habré tirado," le dije quitandome del rostro el último vestigio de máscara, incluso descubriéndolo para mí mismo: "pero no me enamoro. Sólo he querido a hombres". Se rindió: tenía un pana marico.
Creo finalmente que la dirección del deseo es otra de las diferencias entre el ser bi y ser gay confundido: el que quiera o diga querer mucho a la persona del sexo opuesto con la que hace pareja, pero no sienta o exprese similar deseo por ella, y sí por los de su mismo género (y que además, sienta culpa por ese deseo "pecaminoso" o "transgresor") no es bisexual. Es, como las sabias locas de más arriba, que no quiere que le digan marico...
No puedo decir que haya tenido una opinión invariable sobre la bisexualidad a lo largo de mi vida. Alguna vez me pareció una definición que encerraba a los "hipersexuados", los que veían sexo y morbo en todo ser viviente: no una opción sino la suma de todas las opciones, la de los que lo quieren todo. Mas esta era una visión bastante genital (y un poco paranoica) del asunto, del que no tomaba en cuenta la dimensión afectiva.
No dejé de pensar también que los gays indecisos o inseguros se llamaban a sí mismos bisexuales; así podían tener una relación heterosexual que poder "mostrar" en el mundo normal, y echar una cana de vez en cuando con los de su mismo patio —donde realmente se sentían a gusto— sin sentirse culpables o raros. Una especie de paso previo a la aceptación de la condición gay. Y como dice Pata, es casi tópico que los gays declarados vean a los que se dicen bisexuales con una especie de paciente incredulidad: Sí, claro... Bi. Tú lo que pasa es que no quieres que te digan marico...
Y aunque esa perspectiva también me negaba de plano que existiera una real bisexualidad, aún ahora creo que hay algunos se engañan de esa forma, o no están en capacidad de reconocer ante sí mismos que gustan de personas de su mismo sexo y lo disfrazan como "uno de los colores" de la "amplia" gama sexual que abarcan. Creo que sufren, y en el proceso hacen sufrir a la persona que está a su lado sirviendo de tapadera de los verdaderos sentimientos...
Esa es una cosa que nunca pude hacer. Puedo hablar por mí. Soy gay, pero como muchos, tuve novia a la edad en que eso comenzaba a ser práctica (bueno, más bien un poco tarde), y aunque creo que esa fue una etapa muy importante y feliz en mi vida—hubo amor, me sentía en verdad bien con esa persona— me movieron más las ganas de encajar en la norma y el empeño de ella (nunca fui muy asertivo) que el deseo real de estar con una mujer. Por eso el sexo... quedó pendiente. Hubo quizá miedo, al menos de mi parte. Y una de las muchas voces que escucho en mi cabeza cuando me adentro en esos temas dice que de haber sido más decidido en cuanto a intimar con ella, tal vez (sólo tal vez) mi universo sexual/emotivo sería muy distinto al de la actualidad. No lo sé. Pero eso es otro tema.
Lo que sí me quedó claro fue que, una vez aceptado el hecho de que me gustaban los hombres (y créanme, que tardé en darme cuenta; creo que más que las personas que me rodeaban), no iba a hacer creer a nadie una cosa cuando sentía otra —y menos a una persona que se involucrara sentimentalmente conmigo. No me verá nunca nadie, y menos a estas alturas, simular una relación o tan siquiera simular deseo sexual en una conversación de pasillo entre machos, para salvar mi imagen ante los "normales".
Tal vez lo que he sacado en claro de todo este barullo confuso en mi modo de ver la bisexualidad es que ahora mismo tal vez sí reconozco la afectividad como parte del tema. Una persona bisexual puede desear a otras de su mismo sexo o del opuesto, pero también puede enamorase de ambas (no a la vez, se entiende; eso también es otro tema); yendo incluso más allá, una persona puede tirar frecuentemente con otra del sexo opuesto (¡puede incluso, cuando la lujuria es demasiada, tirar con una muñeca de plástico, con un bistec crudo, con el perro del vecino!), pero hay que hurgar en dónde se haya la emocionalidad de esa persona para ver la verdadera inclinación.
Hace unos años me abrí (en el sentido emocional: me salí del clóset) ante un gran amigo hétero a quien ya había contado, cervezas de por medio y para saciar su socarrona curiosidad, que mis encuentros sexuales habían ocurrido tanto con hombres como con mujeres. Esto último de las mujeres, aunque fuera cierto, lo sostuve más por pena, más como un último vestigio de lo que me hacía similar a él: ey, también cojo hembras como tú, no me odies. "¡Pero si tiras con mujeres, y sé que lo hiciste con XYZ, no eres marico!, me decía. "Si acaso bisexual". "Habré tirado," le dije quitandome del rostro el último vestigio de máscara, incluso descubriéndolo para mí mismo: "pero no me enamoro. Sólo he querido a hombres". Se rindió: tenía un pana marico.
Creo finalmente que la dirección del deseo es otra de las diferencias entre el ser bi y ser gay confundido: el que quiera o diga querer mucho a la persona del sexo opuesto con la que hace pareja, pero no sienta o exprese similar deseo por ella, y sí por los de su mismo género (y que además, sienta culpa por ese deseo "pecaminoso" o "transgresor") no es bisexual. Es, como las sabias locas de más arriba, que no quiere que le digan marico...
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