La primera vez que ví el pene erecto de Franela, aquel día por las escaleras del edificio al final del callejón, no fue la primera vez que supe de él; de hecho, como dije, tiene un puesto como buhonero cerca de mi casa y ya lo conocía de vista desde hacía algún tiempo. Habíamos comentado, miMa y yo, su apariencia, a mitad de camino entre el típico malandro repelente de jeans anchos y colgantes y el interesante macho callejero deseable para un revolcón. La diferencia a menudo pueden ser detalles: unas manos grandes, el corte de pelo especialmente varonil, una espalda que se adivina musculosa a pesar de la delgadez... un bulto algo notorio cuando se recuesta de un carro, detrás de su puesto de franelas.
Todos esos detalles me volvieron a la mente cuando volvía a casa una mañana y, de paso por el callejón que uso para recortar camino, reconocí al tipo. A su espalda, de hecho, pues en un segundo me dí cuenta de que estaba orinando contra la pared (ya habría fumado y se disponía a regresar a la venta), una mano hacia adelante sosteniéndose el miembro, la otra en la cintura —esa pose, por cierto, me baja las medias—, mirando alternativamente a un lado y al otro por si venía gente. Fue entonces que me vio, y siguió en lo suyo pero ahora mirando hacia abajo: a su pene, o al chorro, o a la pared.
Una pequeña tensión comienza a tejerse en el aire mientras sigo caminando a sus espaldas, el paso definitivamente más lento. Sé que me sigue con el rabillo del ojo; con rápidas miradas verifica también que nadie viene del otro lado. Antes de doblar la esquina hay unas escaleras de concreto con una amplia separación entre los escalones, que queda momentáneamente entre nosotros: ahora puedo voltear con libertad, deteniéndome y dejando claro que lo observo, su silueta ahora partida en una serie de franjas horizontales. Él ya ha terminado de aliviarse, y sabe que estoy allí: parado semioculto a unos pocos metros, de frente a él, que ahora me ofrece su perfil derecho.
Y lo que sobresale de su silueta, en una de las franjas que veo, es su pene —moreno, cabezón y sembrado de venas— que nace del cierre de su jean y que él sacude con una mano aunque ya no haga falta, al menos para salpicar las últimas gotas: lo mueve de arriba abajo para que empiece a engordar, rápidamente, y estirarse con la excitación furiosa del que se sabe observado. Ante mis ojos el miembro es en breve un robusto mástil de carne como de veinte centímetros, mantenido horizontal para que se vea bien entre los escalones, y con una brillante y gorda cabeza púrpura que casi se clava de frente contra la pared rayada de orines. Unas franjas más arriba, su cara me reta a que lo detalle bien, a que lo disfrute desde donde estoy. Franela, la cadera ligeramente echada hacia adelante y las piernas rectas y separadas —un morboso Superman de la economía informal— disfruta de mi estado hipnotizado, del silencio cómplice en el ambiente, y alterna la vista entre el otro extremo del callejón, su verga latiente y erecta, y mi cara, a la que dirige señas para que yo "resuelva", diga qué, "le hable claro".
Recuerdo de repente donde estamos y miro al frente, hacia la salida del callejón a la que me dirigía, al voltear la esquina, por si acaso. Franela lo capta y, encorvándose un poco para recogerse el pene pero sin guardarlo todavía, señala con la boca hacia mi salida y pregunta, precavido: "¿Hay alguien allá atrás?"
Su mano está al frente del rojo glande de su güevo, más que tapándolo, como si bloqueara con la palma su orificio, pero aún no lo guarda, así que siento que el momento aún se puede aprovechar; "No, nadie," le aseguro con tranquilidad. Quiere acción, pienso; ahora se viene bajo la escalera y me deja jugar con su grueso falo, hacerle una rápida paja, probar el néctar que abrillanta su cabeza...
Dos segundos de rápida evaluación de la situación, inmóvil mirando hacia ninguna parte, sopesando entre el riesgo del sitio (y de su hombría) y el placer o beneficio posibles (todo es negocio), y de repente todo termina: con un veloz movimiento Franela se guarda el miembro aún excitado, da media vuelta y se aleja caminando, callejón arriba hacia su acera y su puesto, sin voltear ninguna vez y forzándome, al verme de repente allí parado, solo y con el pulso acelerado, a continuar con mi camino, a lidiar en casa con el húmedo bulto que ha provocado entre mis piernas.
miércoles, 30 de mayo de 2007
viernes, 25 de mayo de 2007
Pasivo
El cuento me ha quedado un poco largo, pero creo que logré desarrollar la idea que me rondaba, la clásica dicotomía de los roles de género en una relación gay. Y cómo disfruté escribiéndolo...
Así es, soy pasivo. Pasivito. Y por fin te tengo aquí, frente a esta cama, y estamos solos y ya vas a ver lo que es bueno. Ven.
Mmm. Qué serio. No pareces el de hace rato. ¡Eeeso! ¿Ves? La misma sonrisa que tenías allá, de que te las sabes todas. La mueca de medio lado del que sabe que lo están viendo. Picardía de macho sobrao. Sabías que te veía, ¿no? ¡Claro! ¿Si no, por qué voltear a verme cuado te llevaron la cerveza que te invité?
Pégate acá... así. Déjame quitarte... ¿no tienes calor? Así, la camisa. Mmm, bonito pecho, qué par de monedas oscuras tienes ahí... Yo aquí sentado, tú parado entre mis piernas: tus pezones quedan a la altura de mi boca... Ven...
Acerco mi cara a tu abdomen, huelo tu cuerpo, bajo hasta tu sexo mientras sostengo tus brazos contra la cama para impedirte cualquier iniciativa... Cuando sientes mi aliento sobre tu pene empujas con la cadera, quieres que me lo trague todo. Le paso la lengua, siento su acre aroma y sabor, pero aún no... su cabeza está a punto de estallar, y gotea de líquido preseminal. Lengüeteo tus testículos un poco y gimes; abro un poco tus piernas para bajar hasta la húmeda y caliente raja de tu culo virgen. Te alteras por mi cercanía a ese territorio inexplorado, pero te calmo con la mirada. Levanto tu pene con la mano, apretándolo, saludándolo con la punta de la lengua, y sabes que debes pactar: en efecto, abres un poco más y, luego de dejarme deleitar un rato con tu rosado culito, cuando ya estás convencido de que se siente muy bien el masaje que le hago con mi lengua, te recompenso metiéndome de un tirón tu verga dura y candente en la boca. Aprieto entre los labios su base mientras la cabeza se regocija en el fondo de mi garganta.
Casi te desmayas de placer, y tu grito sorprendido se estira hasta formar un agónico susurro. Comienzas a cogerme frenéticamente por la boca, tus caderas subiendo y bajando a un ritmo de locura, tus nalgas rebotando en mi cama, entre mis manos. Cada vez entras otro poco, tus vellos hacen cosquillas en mi nariz con cada arremetida, tu verga se endurece más y más. Me detengo, me retiro: antes de procurarte el orgasmo que ya se siente cercano, me subo a tu cuerpo y sin tiempo para quejarte —aún tus caderas danzando— estoy acostado sobre ti, balanceándome a tu ritmo y con mi cara a nivel de la tuya, mirando profundo a esos ojos sorprendidos, a ese rostro que me pide con un gesto casi infantil que siga, que no pare. Pero yo quiero darte otro uso.
Nuestros penes ahora batallan allá abajo, frente a frente, pero no pareces darte cuenta cuando te clavo un beso, con mi lengua abro tu boca que por un instante retrocede, tu cabeza bajando hasta el colchón; pero el placer no te deja pensar y ahora atacas, levantas tu cara para encontrarme y hundes tu lengua explorando en mi, tu mano detrás de mi cuello para acercarme más y no dejarme escapar. Casi estás sentado, yo a caballo sobre tus caderas; veo tus ojos cerrados fuertemente, en un gesto que es concentración pero que es también un poco negación, una seria duda sobre lo que estás haciendo. Creo que has tenido bastante para una primera vez, y decido darte un sacudón final.
Con una mano te empujo por el pecho hasta acostarte nuevamente, mientras me levanto, de pie sobre ti con los pies a los lados de tu cadera. Tu mirada ya está rendida, tu respiración sigue agitada. Ya sabes que sólo harás lo que yo te permita, así que mientras me bajo a registrar la mesa de noche tu sólo estás allí, explayado, una gran "X" palpitando sobre mi cama. Y en esa posición te quedas cuando me acerco y te coloco rápidamente un condón y me paro nuevamente sobre ti, las manos en las caderas mientras decido cómo y cuándo te atacaré.
Me miras desde abajo, sumiso, mientras voy descendiendo y acerco mi culo a tu candente miembro, que late, se levanta. No dejo que te muevas: con una mano lo levanto y apunto para llegarle poco a poco, para sentir cómo ya mi esfínter empieza a tocarlo, reconocerlo, invadirlo. Quieres apurarlo, te agitas como antes pero me detengo cuando tratas de empujar, así que te quedas tranquilo, a mi ritmo. Pongo mis pies en tus brazos para inmovilizarte, mis manos aprietan tus tobillos, soy otra "X" que desciende sobre ti y ya te traga por el falo, te posee enguyendo tu parte más orgullosa en mis entrañas. Sólo cuando mis nalgas rozan tus testículos y tu verga es toda mía aprieto con los músculos de mi entrada y comienzo a moverme, a brincar de arriba abajo, a sacarle a ese palo de carne todo su jugo que ya no tarda, porque tu espera ha mellado tus fuerzas y tu boca se abre silenciosa mientras te ves aparecer y desaparecer dentro de mi.
Me detengo varias veces para verte a la cara, para hacer más delicado el roce de nuestras partes, y cada una de esas veces me miras a los ojos, reconoces al dueño de ese placer que estás sintiendo y que dejo caer sobre ti poco a poco. Al final el movimiento a pistón se acelera, ya no puedes creer lo poco que falta, y yo salto salvaje agitándome y sintiendo como tu verga se tensa; rebotas tu cadera violento contra mi, gimes y gimes más fuerte hasta que, en un último y profundo movimiento, te paralizas en un grito que repercute en tu vibrante falo rodeado, aprisionado por mi carne que le extrae en rápidas sacudidas su lava blanca, su caliente leche dentro de mi. Cuando dejo de moverme es mi miembro el que toma su turno, tenso luego de todo ese rebote, listo para derramarse libre gracias a tu estímulo en mi culo, y tu mano lo toma para sí y lo masturba, ya derribadas todas las barreras y permitiéndote esa otra primera vez agradecido, correspondiéndome, haciendo que salpique con mi eyaculación todo tu pecho y tu cara, tu cara de dueño de la situación, tu cara de macho victorioso y reivindicado por haber llevado a la cama a otro hombre, por haber poseído esta noche a un... ¿pasivo?
Así es, soy pasivo. Pasivito. Y por fin te tengo aquí, frente a esta cama, y estamos solos y ya vas a ver lo que es bueno. Ven.
Bailas muy bien. Estaba viendo como te movías en el bar, con un deje de fastidio, como quien es muy macho para dejarse llevar, pero con un ritmo preciso y caliente, con morbo. Acentuando el compás con un golpe de caderas que era más un empuje, casi el movimiento que harías si estuvieras montado sobre un culito desnudo, como si tuvieras entre tus manos a esa catira que atiende la barra en lugar de la cerveza que te bebías solo, allí en la esquina.¿Quieres tomarte algo, por cierto? ¿No? Ven, pues, siéntate aquí al lado. O mejor párate aquí, entre mis piernas. Ponte así. Ajá. Quítate eso.
Mmm. Qué serio. No pareces el de hace rato. ¡Eeeso! ¿Ves? La misma sonrisa que tenías allá, de que te las sabes todas. La mueca de medio lado del que sabe que lo están viendo. Picardía de macho sobrao. Sabías que te veía, ¿no? ¡Claro! ¿Si no, por qué voltear a verme cuado te llevaron la cerveza que te invité?
Pégate acá... así. Déjame quitarte... ¿no tienes calor? Así, la camisa. Mmm, bonito pecho, qué par de monedas oscuras tienes ahí... Yo aquí sentado, tú parado entre mis piernas: tus pezones quedan a la altura de mi boca... Ven...
"¿Tú me mandaste esto?", te acercaste caminando hacia mí, apuntándome con la cerveza, riendo como si un pana te echó una vaina, como comentando un chiste. Choqué la botella con la tuya y la empiné para beber y no contestarte sino con la misma mueca de medio lado, con los ojos: retándote a seguir la conversación.Shhh, tranquilo... ¿Nunca te lo habían hecho? Déjame lamerte, así... Te dejas. Es la primera vez, dices. Nunca con otro tipo, dices, pero te muerdo las tetas y te quedas así, tranquilito. Tu olor me invade, te aspiro mientras recorro tu pecho con la lengua, y dejas caer los brazos que tenías como escudo frente a ti, y tu cara te cambia y se cierran tus ojos y me dejas hacer.
Brindarte otra cerveza no me costó mucho; seguir conversando tampoco, ni siquiera al empezar a hablar de sexo —tomando birras, en un bar, la música retumbando y los cuerpos agitándose... ¿acaso hay otro tema?—; aunque sí fue más trabajoso arrinconarte después a preguntas sobre tu experiencia "con panas"...Como estás tan concentrado no me cuesta nada darte un leve empujoncito y echarte de espaldas a la cama. Un leve amago de levantarte cuando sentiste que me ahorcajaba sobre ti, pero mi mano sobre tu —ya despierto— miembro, te relaja: cierto, tú estás en control, tú el hombre. Cuando comienzo a abrirte el pantalón vuelves a apoyar la cabeza, cierras los ojos de nuevo.
"No, yo tengo mi jeva," es la aclaratoria inicial necesaria, "pero hay un chamo por la casa que..." Sólo soltando primero la carta de la novia obligatoria te lanzas a echar un poco más tranquilo el cuento: que si un mariquito de por allá, que si parece una niña, que estabas bebiendo, que nadie lo respeta, que solamente te lo agarró, que nadie sabe nada... Yo afirmo, te sigo la corriente, serio, para no dudar de tu hombría en ningún momento, para quedar claro que tú eres bien macho... Nada más lanzo una que otra tímida flecha —"Mmmm... ajá" comento; "Claro, entiendo", sigo; "¿Y que más? ¿Y después qué hiciste?"— para animarte a seguir, para que no dejes caer la bola. Luego de un rato te la bateo, fuerte: "Qué rico... aunque yo lo hubiera hecho mejor..."Todo comienza a suceder más rápido. Tomo tu pantalón por la cintura y levantas la cadera para liberarlo. Lo deslizo por tus piernas. Aunque ya se asoma la cabeza brillante de tu pene y la mancha húmeda al frente de tu ropa interior me invita, todavía no te toco. Voy por los zapatos. Subes, obediente, cada pierna para que te los quite. Ahora sólo estás en interiores y te acomodas mejor, más arriba en la cama. Me miras para saber qué hacer. Me desnudo al pie de la cama y con la mirada te contengo: espera, yo te diré qué hacer.
"Ah, ¿sí?" te cambió el tono, un poco más bajo ahora. "¿Y qué hubieras hecho tú?", preguntaste tratando de parecer casual, como por seguir conversando, pero yo ya veía que la cara te cambiaba, ya sentías mi ofrecimiento, percibías un chance de lograr algo... Y tu rápido movimiento con la mano tocándote el frente de tu pantalón tampoco se me escapó. Te estabas excitando. Le di un trago largo a lo que quedaba de mi cerveza —ya habías olvidado la tuya— y me acerqué un poco a tu oído antes de caminar hacia la salida. "Más importante que eso es lo que te puedo hacer". Sólo entendiste y me seguiste cuando te enseñé la llave de mi carro desde la puerta del bar. Miré a tu cuello cuando me pasaste a un lado a la salida, y se me escapó una sonrisa mientras pensaba, teatral: "Ya eres..."... mío," susurré mientras te arrancaba los interiores, tu pene dando un salto y rebotando húmedo contra tu estómago. Ibas a tocarte, a menear orgulloso tu falo, pero aparté tu mano: yo lo hago. Tú, quieto ahí.
Acerco mi cara a tu abdomen, huelo tu cuerpo, bajo hasta tu sexo mientras sostengo tus brazos contra la cama para impedirte cualquier iniciativa... Cuando sientes mi aliento sobre tu pene empujas con la cadera, quieres que me lo trague todo. Le paso la lengua, siento su acre aroma y sabor, pero aún no... su cabeza está a punto de estallar, y gotea de líquido preseminal. Lengüeteo tus testículos un poco y gimes; abro un poco tus piernas para bajar hasta la húmeda y caliente raja de tu culo virgen. Te alteras por mi cercanía a ese territorio inexplorado, pero te calmo con la mirada. Levanto tu pene con la mano, apretándolo, saludándolo con la punta de la lengua, y sabes que debes pactar: en efecto, abres un poco más y, luego de dejarme deleitar un rato con tu rosado culito, cuando ya estás convencido de que se siente muy bien el masaje que le hago con mi lengua, te recompenso metiéndome de un tirón tu verga dura y candente en la boca. Aprieto entre los labios su base mientras la cabeza se regocija en el fondo de mi garganta.
Casi te desmayas de placer, y tu grito sorprendido se estira hasta formar un agónico susurro. Comienzas a cogerme frenéticamente por la boca, tus caderas subiendo y bajando a un ritmo de locura, tus nalgas rebotando en mi cama, entre mis manos. Cada vez entras otro poco, tus vellos hacen cosquillas en mi nariz con cada arremetida, tu verga se endurece más y más. Me detengo, me retiro: antes de procurarte el orgasmo que ya se siente cercano, me subo a tu cuerpo y sin tiempo para quejarte —aún tus caderas danzando— estoy acostado sobre ti, balanceándome a tu ritmo y con mi cara a nivel de la tuya, mirando profundo a esos ojos sorprendidos, a ese rostro que me pide con un gesto casi infantil que siga, que no pare. Pero yo quiero darte otro uso.
Nuestros penes ahora batallan allá abajo, frente a frente, pero no pareces darte cuenta cuando te clavo un beso, con mi lengua abro tu boca que por un instante retrocede, tu cabeza bajando hasta el colchón; pero el placer no te deja pensar y ahora atacas, levantas tu cara para encontrarme y hundes tu lengua explorando en mi, tu mano detrás de mi cuello para acercarme más y no dejarme escapar. Casi estás sentado, yo a caballo sobre tus caderas; veo tus ojos cerrados fuertemente, en un gesto que es concentración pero que es también un poco negación, una seria duda sobre lo que estás haciendo. Creo que has tenido bastante para una primera vez, y decido darte un sacudón final.
Con una mano te empujo por el pecho hasta acostarte nuevamente, mientras me levanto, de pie sobre ti con los pies a los lados de tu cadera. Tu mirada ya está rendida, tu respiración sigue agitada. Ya sabes que sólo harás lo que yo te permita, así que mientras me bajo a registrar la mesa de noche tu sólo estás allí, explayado, una gran "X" palpitando sobre mi cama. Y en esa posición te quedas cuando me acerco y te coloco rápidamente un condón y me paro nuevamente sobre ti, las manos en las caderas mientras decido cómo y cuándo te atacaré.
Me miras desde abajo, sumiso, mientras voy descendiendo y acerco mi culo a tu candente miembro, que late, se levanta. No dejo que te muevas: con una mano lo levanto y apunto para llegarle poco a poco, para sentir cómo ya mi esfínter empieza a tocarlo, reconocerlo, invadirlo. Quieres apurarlo, te agitas como antes pero me detengo cuando tratas de empujar, así que te quedas tranquilo, a mi ritmo. Pongo mis pies en tus brazos para inmovilizarte, mis manos aprietan tus tobillos, soy otra "X" que desciende sobre ti y ya te traga por el falo, te posee enguyendo tu parte más orgullosa en mis entrañas. Sólo cuando mis nalgas rozan tus testículos y tu verga es toda mía aprieto con los músculos de mi entrada y comienzo a moverme, a brincar de arriba abajo, a sacarle a ese palo de carne todo su jugo que ya no tarda, porque tu espera ha mellado tus fuerzas y tu boca se abre silenciosa mientras te ves aparecer y desaparecer dentro de mi.
Me detengo varias veces para verte a la cara, para hacer más delicado el roce de nuestras partes, y cada una de esas veces me miras a los ojos, reconoces al dueño de ese placer que estás sintiendo y que dejo caer sobre ti poco a poco. Al final el movimiento a pistón se acelera, ya no puedes creer lo poco que falta, y yo salto salvaje agitándome y sintiendo como tu verga se tensa; rebotas tu cadera violento contra mi, gimes y gimes más fuerte hasta que, en un último y profundo movimiento, te paralizas en un grito que repercute en tu vibrante falo rodeado, aprisionado por mi carne que le extrae en rápidas sacudidas su lava blanca, su caliente leche dentro de mi. Cuando dejo de moverme es mi miembro el que toma su turno, tenso luego de todo ese rebote, listo para derramarse libre gracias a tu estímulo en mi culo, y tu mano lo toma para sí y lo masturba, ya derribadas todas las barreras y permitiéndote esa otra primera vez agradecido, correspondiéndome, haciendo que salpique con mi eyaculación todo tu pecho y tu cara, tu cara de dueño de la situación, tu cara de macho victorioso y reivindicado por haber llevado a la cama a otro hombre, por haber poseído esta noche a un... ¿pasivo?
jueves, 10 de mayo de 2007
Jogreg en BBC Mundo
Tal vez me enteré tarde, pero tenía tiempo sin pasar por su blog, donde me enteré que la BBC Mundo le ha dado a este pana, gay y venezolano, un espacio para expresarse:
Jogreg Henríquez es gay, y en este blog narra la forma en que lo dio a conocer al mundo. Y la manera en que ese mundo reaccionó.Dense una vuelta por allá: los artículos que ha escrito sobre salir del clóset y otros tópicos de nuestro mundo están geniales. Y las batallas que se arman en los comentarios son también para entretenerse un rato...Luego de estudiar decenas de propuestas, la redacción de BBC Mundo decidió darle el primer lugar a esta bitácora digital y publicarla en nuestra página.
Buceus interruptus
Vas por la calle distraído y de repente, caminando en sentido contrario, se acerca hacia ti uno que parece que está biengüeno. Camina rico, se ve de lejos un tremendo cuerpo. Preparas el momento de buceo máximo —cuando pase junto a tí— desviando la mirada como si no lo has visto, para atacarlo directo a los ojos cuando falte un par de metros. Ya parece cerca... miras el reloj, el semáforo... y cuando te das cuenta, y lo tienes casi a tiro, volteas y está entrando a un edificio, unos pasos más adelante, y aceleras el paso pero todo lo que puedes ver —bucear— de cerca es un tobillo desapareciendo por una puerta de vidrio templado.
lunes, 7 de mayo de 2007
¡Mis fotos!
Ya habrán observado esos cuadritos de arriba a la derecha, pero déjenme presentarlos formalmente. Son las últimas fotos publicadas en mi cuenta de Flickr, que aparecerán en lo sucesivo allí para recordarles que visiten el sitio.
Algunas fotos saldrán acá en el blog, otras iré cargando de acuerdo a mis fugaces e intensos intereses de cada momento... por ejemplo, las últimas de ayer fueron de chicos desprevenidos: Candid camera! Soy un voyeur... Je je je...
No olviden, una vez allí, dejar sus comentarios. Gracias.
Algunas fotos saldrán acá en el blog, otras iré cargando de acuerdo a mis fugaces e intensos intereses de cada momento... por ejemplo, las últimas de ayer fueron de chicos desprevenidos: Candid camera! Soy un voyeur... Je je je...
No olviden, una vez allí, dejar sus comentarios. Gracias.
jueves, 3 de mayo de 2007
Franela (I)
Franela es buhonero. Ese no es su nombre real, pero trabaja cerca de mi casa vendiendo eso, franelas, y conservamos todos un poco de privacidad si lo llamo así.
Franela es un malandro. Habla como malandro, trabaja en su puesto junto a otros malandros, y hace lo que más de un malandro buhonero hace: se la pasa sentado en el capó de cualquier carro, de franelilla blanca y jean, bebe cerveza escondido (o eso cree él) de una cavita que tiene bajo el puesto; le dice porquerías a cuanta carajita pasa por el puesto o sus cercanías. Si es tetona, mejor: le susurra cerquita, casi le suplica, y se le van los ojos detrás, y se le ve en la cara que está maquinando lo que haría si tan solo...
Y de vez en cuando, así por la tardecita, se da un respiro en su venta y se va callejón abajo, por las escaleras del último edificio de la zona, y disfruta de su cachito de marihuana.
Fue en una de esas escapadas para fumar que lo vi orinando contra una pared y, como me quedé rondando y se dio cuenta, me mostró una bestial erección morena, como retándome a verla bien, a proponerle algo; en efecto cuadramos, y desde entonces, de vez en cuando, nos vemos y aprovecho su tremendo "equipamiento" de la mejor manera posible...
* * *
Bueno, ¿no habíamos quedado en que se babea por carajitas tetonas? Sí, pero no hay que perder de vista que en la calle todo es negocio... Sí, cuando cuadramos se transó por servicios pagos, estamos claros; creo que no hubiera sido posible de otra manera, y tiendo a pensar que, aunque el carajo tuviera las ganas y la curiosidad —el deseo— cobrar dinero le quitaba un poco de la culpa: no estoy tirando con un hombre, estoy sacándole unos reales.
Next: Primer encuentro
Franela es un malandro. Habla como malandro, trabaja en su puesto junto a otros malandros, y hace lo que más de un malandro buhonero hace: se la pasa sentado en el capó de cualquier carro, de franelilla blanca y jean, bebe cerveza escondido (o eso cree él) de una cavita que tiene bajo el puesto; le dice porquerías a cuanta carajita pasa por el puesto o sus cercanías. Si es tetona, mejor: le susurra cerquita, casi le suplica, y se le van los ojos detrás, y se le ve en la cara que está maquinando lo que haría si tan solo...
Y de vez en cuando, así por la tardecita, se da un respiro en su venta y se va callejón abajo, por las escaleras del último edificio de la zona, y disfruta de su cachito de marihuana.
Fue en una de esas escapadas para fumar que lo vi orinando contra una pared y, como me quedé rondando y se dio cuenta, me mostró una bestial erección morena, como retándome a verla bien, a proponerle algo; en efecto cuadramos, y desde entonces, de vez en cuando, nos vemos y aprovecho su tremendo "equipamiento" de la mejor manera posible...
* * *
Bueno, ¿no habíamos quedado en que se babea por carajitas tetonas? Sí, pero no hay que perder de vista que en la calle todo es negocio... Sí, cuando cuadramos se transó por servicios pagos, estamos claros; creo que no hubiera sido posible de otra manera, y tiendo a pensar que, aunque el carajo tuviera las ganas y la curiosidad —el deseo— cobrar dinero le quitaba un poco de la culpa: no estoy tirando con un hombre, estoy sacándole unos reales.
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f(r)icción,
Franela,
Me pasó
Ya viene la marcha...
Conversé en estos días con un panagay, activista de la causa como el que más, y me contaba de los planes que su ONG prepara para la Marcha del Orgullo Gay de este año...
Entre otras cosas, parece que ya la movilización no va a llegar hasta la Plaza de los Museos —donde, aunque hayan quitado el mojón horroroso ese del medio, el pedestal para Maria Lionza, no cabe mucha gente— sino que se queda en Plaza Venezuela, saliendo de Parque del Este. Me parece bien, ya creo que por la cantidad de gente (y la visibilidad de la causa) ese lugar es perfecto. Creo además que hay que hacer una parada especial frente al Centro Comercial El Recreo, porque si hay un ícono de la movida gay caraqueña... ¡es ese sitio! ¿No creen?
Y otra cosa: al parecer se está conversando con artistas reconocidas, un par de cantantes, para ver cuál de ellas se presenta en la llegada de la Marcha... Según averigüe más detalles los divulgaré...
¡Así que a prepararse! Yo ya voy vaciando la memoria de mi cámara: el desfile de tipazos es como para coger (palco). No están de más los consabidos lentes oscuros para los que no estamos tan desclosetados: así me evito la angustia de revisar el Últimas Noticias al día siguiente, que siempre pone en primera plana una fotaza, las más de las veces a todo color, de los asistentes... ¡No es la mejor manera de que en tu trabajo se enteren de hacia dónde fumean tus simpatías!
La foto de arriba la tomé en la marcha de 2004, en la plaza de los Museos... (¿a que prefieren el color amarillo? Yo sí). Hay más imágenes en el Flickr que abrí expresamente para alimentarlo desde y para este blog...
Entre otras cosas, parece que ya la movilización no va a llegar hasta la Plaza de los Museos —donde, aunque hayan quitado el mojón horroroso ese del medio, el pedestal para Maria Lionza, no cabe mucha gente— sino que se queda en Plaza Venezuela, saliendo de Parque del Este. Me parece bien, ya creo que por la cantidad de gente (y la visibilidad de la causa) ese lugar es perfecto. Creo además que hay que hacer una parada especial frente al Centro Comercial El Recreo, porque si hay un ícono de la movida gay caraqueña... ¡es ese sitio! ¿No creen?
Y otra cosa: al parecer se está conversando con artistas reconocidas, un par de cantantes, para ver cuál de ellas se presenta en la llegada de la Marcha... Según averigüe más detalles los divulgaré...
¡Así que a prepararse! Yo ya voy vaciando la memoria de mi cámara: el desfile de tipazos es como para coger (palco). No están de más los consabidos lentes oscuros para los que no estamos tan desclosetados: así me evito la angustia de revisar el Últimas Noticias al día siguiente, que siempre pone en primera plana una fotaza, las más de las veces a todo color, de los asistentes... ¡No es la mejor manera de que en tu trabajo se enteren de hacia dónde fumean tus simpatías!
La foto de arriba la tomé en la marcha de 2004, en la plaza de los Museos... (¿a que prefieren el color amarillo? Yo sí). Hay más imágenes en el Flickr que abrí expresamente para alimentarlo desde y para este blog...
¡Casi un año!
Qué bolas...
Este espacio —tan modosito él, tan abandonadito últimamente— está a punto de cumplir un año en el aire... ¡Un año! El primer post fue un veintipico de mayo...
Sería descarado celebrarlo; es incluso medio desvergonzado decirlo en voz alta, dada la sequía de contenidos que ha venido padeciendo desde... ¡Noviembre 22 de 2006, acabo de chequearlo! El aniversario de Kennedy, pobrecillo...
Tanto ha pasado: me dejaron sin internet en el trabajo por un tiempo, me fui de vacaciones... Olvidé que tengo este lugar para desbarrancarme, para contar lo que no puedo contarle a muchos, para preguntarme cosas que siempre quedan en el aire... En fin, para compartir con tantos excelentes confidentes que no por ser anónimos son menos interesantes o interesados en el tema.
¡Y tanto que me divierto publicando! Mi otro blog, pena debería darme decirlo, sí que ha tenido una publicación de vez en cuando, como para no ser declarado en abandono. Como para que no emigren todos los lectores a sitios más mantenidos, como es el caso de Detexto decirte...
Habrá que cambiar eso, digo yo. ¡Regresen, se los ruego! ¡Vengan, pacientes amigos lectores! Prometo ser un buen marico: contar todas las cosas que me pasan por ese lado (ay, ya empecé con el doble sentido), generar discusiones interesantes, decir cosas que abran nuevas perspectivas en este nuestro ameno otro-mundo... Postearé nuevamente con bríos, con morbo, con periodicidad...
Para entrar en el año dos como Dos manda, je je je....
Este espacio —tan modosito él, tan abandonadito últimamente— está a punto de cumplir un año en el aire... ¡Un año! El primer post fue un veintipico de mayo...
Sería descarado celebrarlo; es incluso medio desvergonzado decirlo en voz alta, dada la sequía de contenidos que ha venido padeciendo desde... ¡Noviembre 22 de 2006, acabo de chequearlo! El aniversario de Kennedy, pobrecillo...
Tanto ha pasado: me dejaron sin internet en el trabajo por un tiempo, me fui de vacaciones... Olvidé que tengo este lugar para desbarrancarme, para contar lo que no puedo contarle a muchos, para preguntarme cosas que siempre quedan en el aire... En fin, para compartir con tantos excelentes confidentes que no por ser anónimos son menos interesantes o interesados en el tema.
¡Y tanto que me divierto publicando! Mi otro blog, pena debería darme decirlo, sí que ha tenido una publicación de vez en cuando, como para no ser declarado en abandono. Como para que no emigren todos los lectores a sitios más mantenidos, como es el caso de Detexto decirte...
Habrá que cambiar eso, digo yo. ¡Regresen, se los ruego! ¡Vengan, pacientes amigos lectores! Prometo ser un buen marico: contar todas las cosas que me pasan por ese lado (ay, ya empecé con el doble sentido), generar discusiones interesantes, decir cosas que abran nuevas perspectivas en este nuestro ameno otro-mundo... Postearé nuevamente con bríos, con morbo, con periodicidad...
Para entrar en el año dos como Dos manda, je je je....
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