Bueno, pues leyendo una de las notas recientes del blog Caraqueños quesúos (excelente, pasen por allá) que habla sobre los "heteroflexibles", no puedo sino venir a echar el último cuento de mi propio ejemplar de esa especie. Franela.
Ahora repasando este blog abandonado me doy cuenta de que ¡hace casi 3 años! conté las primeras experiencias con ese ex-buhonero de por mi casa, que un buen día se me insinuó en un callejón cercano, y poco después se dejaba mamar en la privacidad de mi casa. Se perdió por un tiempo, pero esporádicamente repicaba mi teléfono y era él, que extrañaba "un cariñito desinteresado" de este servidor, que tan bien se aplica cuando tiene una verga de ese calibre frente a sí.
Hace como dos semanas llamó. Estaba de nuevo en Caracas (se había ido al interior, donde la familia) y tiene un trabajo nuevo. ¿La razón de la llamada? Extraña: consígueme una camisa azul, que no tengo. ¿Qué escuché yo? Voy para tu casa a tirar.
Y tal cual (lo primero, pero también y sobre todo, lo segundo). Con cualquier excusa despaché lo de la camisa, y tal vez sirva la excusa para que venga de nuevo. Pero como para no perder la costumbre, mientras le hablaba vi cómo se acercaba al baño, se abría el pantalón y... salga al aire la macana gruesa y ya semierecta del pana, lista para recibir un cariñito.
Ok, pensé yo. Quiera más de lo que le doy... pero yo también quiero probar otras cosas.
Así que, como una de las últimas veces que vino, no lo dejé salir del baño. Vengo de la calle, voy a echarme un poco de agua. Vente.
¿Qué hacer, para aprovechar su total desnudez bajo la ducha? Primero, hacerlo participar más activamente a ver hasta dónde llegaba. Toma, lávame tú. Le di la "ducha teléfono", y me volteé. Rápido se centró entre mis piernas, sus manos entre mis nalgas, y luego del jabón, me dobló por la cintura para que le expusiera lo que quería: mi ano. Se puso a lamer a placer, separándose a ratos para ver, tocar con los dedos, acariciar.
Lo segundo, endulzarlo: un apretón a su morena verga y ya gemía, así que me agaché frente a él para darle la mamada de bienvenida. Creo que estar de repente tan desnudo lo emocionó, porque de inmediato me agarró por el cuello y cabeza para empujármelo más y más adentro de la boca. Lamí a placer la cabeza gigante que tiene, con ocasionales alardes de "garganta profunda" que lo volvieron loco.
Lo siguiente fue usar con él una de mis tácticas favoritas de intercambio de "roles" cuando estoy en el sauna: ponerme de pie muy pegado de él para que mi propia erección fuese subiendo casi entre sus piernas. Pero captó, creo, y se echó hacia atrás. Mmmm, hábil... pero no tanto como para que no quedaran nuestros dos falos juntos, y de nuevo tomé la iniciativa. Pajazo a mano llena, doble agarre. Esto ya lo había dejado hacer, y lo disfruta. Los dos miramos a mi mano apretar y masturbar el amasijo. Escupo para lubricarlos y darle morbo.
Mientras estimulo así ambos falos morochos (bueno, ni tanto: el mío un poco menos monstruoso), lo empujo hacia la pared. Todo rápido para que no piense. Ahora sin intentar meterme entre sus piernas me acerco del torso hacia arriba, y nuestros pechos se tocan. No se queja porque lo sigo pajeando. Pero reacciona abrazándome y poniendo más bien su verga por debajo de la mía. ¡No me molesta para nada! Su glande busca acercarse a mi ano, y a la vez yo rozo su bajo vientre con mi erección. Si lo viera su mujer...
¿Me vas a dar culito? Comienza su letanía. Pero bajito, casi suplicando mientras se mueve bombeándome por debajo. Anda, la puntica, anda... Su pedido lo intercala con gemidos, y poco a poco se acerca a mi oído, su boca roza mi oreja. Muevo la cara un poco y casi siento un beso en la mejilla... ¿Buscando convencerme? Ay, Dios, el roce casi me hace acabarle encima...
Separándome para evitarlo, sigo masturbándolo. Halo sus manos hacia su verga, para que se dé él mismo (cosa que me excita ver), pero no retiro mi pene, que toca con la punta su mano. Trato de acercarlo y... ¡bingo! Para no discutir, como aquella vez, me lo agarra, aprieta y comienza a pajearme. Rápida, rítmicamente, viéndolo, tal vez comparando la sensación con respecto a la de hacerse él la paja. Sé que si digo algo, gimo siquiera, retirará la mano. Disfruto el momento... y ya. Se retira sin decir nada al cabo de un rato. ¡Lo logré! Señores, este es un carajo casado, malaaaandro, con 3 hijos, que supuestamente, me ha contado, tira todos los días. Y ahí está: pajeándome.
Sigo mamando para que no piense que "noté su debilidad". Me agacho con la regadera en mano, masaje a su pene, sus testículos, su ombligo con agua fría, alternando con lamidas lujuriosas. Otro atrevimiento: meto la regadera entre sus piernas para que el agua suba entre sus nalgas. Sigue mudo. Voltéate, le digo.
Sólo da media vuelta y queda de perfil, sus nalgas se perfilan frente a mi cara. Lo mojo y paso la mano. Como no reacciona, ahora mi mano se mueve de nuevo, desde su baja espalda, toque rápido por las nalgas, dedo que se trata de perder entre ellas hacia su ano. Epa, no, deja. Bueno, tenía que intentarlo de nuevo. Se pone de frente una vez más. Quiero seguir chupando, y en un último toque, con la excusa del agua, acaricio sus testículos con la mano extendida, copándolos. La punta de mis dedos rozando su ano. ¡Estoy que exploto!
Y así está él. Mete la verga con fuerza en mi boca, y ahora le doy el masaje que se merece, con rapidez y furia. Pocos segundos después lo retira y acaba, su semen deslizando por mi mejilla, el mío salpicando en el piso, entre sus pies.
* * *
Nos secamos en silencio, y cuando se viste conversa sobre cualquier cosa que no sea sexo. Como para dejar atrás algo que no está muy seguro de poder explicar, razonar, reconocer...
¿Podría decir que he hecho un poco más flexible la heterosexualidad del pana? Comparando con la primera vez, vestido y sólo con la verga asomando por el pantalón, yo diría que ha habido progreso. "Ese carajo va a terminar en marico", ya había sentenciado miMa cuando estuvimos los tres retozando en mi cama con anterioridad. Ese cuento, por cierto, podría echarlo a continuación de este, cuando me haga la paja que recordar el duchazo me provocó...