lunes, 17 de diciembre de 2007

¡Vivo!


Sí, amigos, sigo por acá... Todas las páginas de la última edición del Diccionario Larousse de Disculpas se hacen insuficientes para la perdida que me he echado de este espacio, lo sé... y siguiendo sabios consejos dejados por ahí, manifiesto por esta vía que no estoy con Ingrid Betancourt o los ganaderos venezolanos...

Todos (al menos los lectores venezolanos, pues) saben que estos han sido días bastante movidos, y que álgidas circunstancias políticas mantuvieron crispados los ánimos de incluso el más tranquilo (aclaro, empero, que no soy tampoco activista universitario o miembro de algún comando eleccionario); en lo particular, esa ha sido una la más poderosa de las razones para que no me haya quedado gana alguna de hilar acá palabras ficcionadas en tono lúbrico. De hecho, tampoco en mis otros blogs ―los más serios, ja ja ja― ha habido mucho movimiento...

No sé, en fin, con cuánta fuerza pueda ese párrafo anterior hacer las veces de excusa... Se sabe que, como los ombligos, todo el mundo tiene una. Pero visto que todo se puede dejar atrás ahora, y que los fríos decembrinos (con sus cálidos aliados: caña, rumba y comida) ayudan a pasar páginas y ver las cosas con otros ojos, procuraré desde este momento soltar nuevamente los dedos y la inspiración para, junto a entretenidos recuerdos y deseables nuevas aventurillas por ahí, volver a darle a Detexto el ritmo y la calidad que merecen unos cuantos fieles lectores por allí.

Quiero agradecer a todos ellos la paciencia de esperar (además del denodado esfuerzo de azuzarme vía comentarios)... Pronto pondré punto final al post que languidecía allá en Borradores, y con la alegría que ―muy a pesar de mi natural carácter― se pega en estas fechas... ¡tal vez consiga añadir la gasolina necesaria a ese poco de cuentos que flotan sin forma en mi cochambrosa cabeza..!